En estas memorias líricas y absorbentes, publicadas originalmente en 1995, el hijo de un africano negro y una estadounidense blanca busca su camino como afroamericano.
Las memorias que Obama relata en Los sueños de mi padre comienzan en Nueva York, donde se entera de que su padre ha fallecido en un accidente automovilístico. La inesperada noticia provoca en él un viaje físico y emocional que lo lleva de Kansas a Hawái y más tarde a Kenia, en una emotiva odisea que le permitirá conocer realmente a su familia, la amarga verdad de la vida de su padre y conciliar al fin las distintas partes de su fragmentada herencia.
Reseñas:
«Provocador... Describe convincentemente el hecho de pertenecer a dos mundos diferentes y, por tanto, de no pertenecer a ninguno.»
New York Times Book Review
«De una manera fluida, tranquila y perceptiva, Obama nos guía directamente al sitio donde se cruzan los interrogantes más serios sobre identidad, clase y raza.»
Washington Post Book World
En estas memorias líricas y absorbentes, publicadas originalmente en 1995, el hijo de un africano negro y una estadounidense blanca busca su camino como afroamericano.
Las memorias que Obama relata en Los sueños de mi padre comienzan en Nueva York, donde se entera de que su padre ha fallecido en un accidente automovilístico. La inesperada noticia provoca en él un viaje físico y emocional que lo lleva de Kansas a Hawái y más tarde a Kenia, en una emotiva odisea que le permitirá conocer realmente a su familia, la amarga verdad de la vida de su padre y conciliar al fin las distintas partes de su fragmentada herencia.
Reseñas:
«Provocador... Describe convincentemente el hecho de pertenecer a dos mundos diferentes y, por tanto, de no pertenecer a ninguno.»
New York Times Book Review
«De una manera fluida, tranquila y perceptiva, Obama nos guía directamente al sitio donde se cruzan los interrogantes más serios sobre identidad, clase y raza.»
Washington Post Book World
Los sueños de mi padre: Una historia de raza y herencia
Los sueños de mi padre: Una historia de raza y herencia
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Overview
En estas memorias líricas y absorbentes, publicadas originalmente en 1995, el hijo de un africano negro y una estadounidense blanca busca su camino como afroamericano.
Las memorias que Obama relata en Los sueños de mi padre comienzan en Nueva York, donde se entera de que su padre ha fallecido en un accidente automovilístico. La inesperada noticia provoca en él un viaje físico y emocional que lo lleva de Kansas a Hawái y más tarde a Kenia, en una emotiva odisea que le permitirá conocer realmente a su familia, la amarga verdad de la vida de su padre y conciliar al fin las distintas partes de su fragmentada herencia.
Reseñas:
«Provocador... Describe convincentemente el hecho de pertenecer a dos mundos diferentes y, por tanto, de no pertenecer a ninguno.»
New York Times Book Review
«De una manera fluida, tranquila y perceptiva, Obama nos guía directamente al sitio donde se cruzan los interrogantes más serios sobre identidad, clase y raza.»
Washington Post Book World
Product Details
ISBN-13: | 9788499928449 |
---|---|
Publisher: | Penguin Random House Grupo Editorial España |
Publication date: | 11/23/2017 |
Sold by: | PENGUIN RANDOM HOUSE GRUPO EDITORIAL |
Format: | eBook |
File size: | 804 KB |
Language: | Spanish |
About the Author
Barack Obama fue presidente de los Estados Unidos y Premio Nobel de la Paz en 2009. Es autor de Los Sueños de mi padre y La audacia de la esperanza, ambos grandes éxitos editoriales.
Read an Excerpt
Los sueños de mi padre
Una historia de raza y herencia
By Barack Obama
Vintage
Copyright © 2009
Barack Obama
All right reserved.
ISBN: 9780307473875
PRIMERAPARTE
LOS ORIGENES
UNO
Pocos meses despuesde mivigesimo primer cumpleafos recibilallamada de un desconocido para darme la noticia. Por aquel tiempo yo vivia en Nueva York, en la calle 94, entre las avenidas Primera y Segunda, en esa frontera movil y anonima que separa la parte este de Harlem del resto de Manhattan. Era una manzana inhospita y desprovista de arboles, bordeada de edificios sin ascensor renegridos por el hollin, que proyectaban densas sombras durante la mayor parte del dia. El apartamento era pequefo, de suelos desnivelados, calefaccion que funcionaba a veces y un timbre en el portal que no funcionaba nunca, de forma que las visitas antes tenian que llamar desde un telefono publico que habia en la gasolinera de la esquina, donde un doberman negro, tan grande como un lobo, se paseaba por la noche vigilando atento y sujetando entre sus mandibulas una botella de cerveza vacia.
Nada de esto me preocupaba, ya que no tenia demasiadas visitas. En aquella epoca era impaciente, estaba ocupado con el trabajo y los planes pendientes, y solia ver a los demas como distracciones innecesarias. Esto no significaba que no apreciara su compafia. Me encantaba intercambiar algunas frases en espafol con mis vecinos, la mayoria portorriquefos, y a mi regreso de clase solia pararme con los chicos que sepasaban todo el verano en la escalera hablando de los Knicks o de los disparos que habian oido la noche anterior. Cuando hacia buen tiempo, solia sentarme afuera con mi compafero de piso, en la escalera de incendios, para fumar cigarrillos y contemplar el desvaido color azul del crepusculo sobre la ciudad, o mirar a los blancos de los barrios elegantes de las cercanias que bajaban a pasear a sus perros por nuestra manzana para dejarlos que hicieran sus necesidades en nuestras aceras. «jRecoged la mierda, cabrones!», les gritaba furioso mi compafero de piso, mientras nos reiamos en la cara tanto del animal como del amo que, serio y sin pedir disculpas, se agachaba para hacerlo.
Disfrutaba de aquellos momentos, aunque solo brevemente. Si la conversacion empezaba a desviarse o a traspasar los limites de lo intimo, pronto hallaba una razon para excusarme. Habia crecido demasiado comodo en mi soledad, el lugar mas seguro que conocia.
Recuerdo que habia un anciano que vivia en la puerta de al lado y que parecia compartir mi actitud. Vivia solo, era un tipo demacrado y con joroba, que solia llevar un pesado abrigo negro y un deformado sombrero de fieltro en las raras ocasiones que salia de su apartamento. Alguna que otra vez coincidia con el cuando regresaba de la tienda y me ofrecia a subirle la compra por el largo tramo de escaleras. En esas ocasiones me miraba, se encogia de hombros y comenzabamos el ascenso, deteniendonos en cada rellano para que pudiera tomar aire. Cuando finalmente llegabamos a su apartamento, yo colocaba con cuidado las bolsas en el suelo y el me lo agradecia con una gentil inclinacion de cabeza antes de meterse dentro, arrastrando los pies, y echar el cerrojo. Nunca intercambiamos una sola palabra, y ni una sola vez me dio las gracias por mis esfuerzos.
El silencio del anciano me impresionaba; pensaba que era un alma gemela. Mas tarde, mi compafero de piso lo encontro arrebujado en el rellano del tercer piso, con los ojos abiertos de par en par y las extremidades rigidas y levantadas como las de un bebe. La gente se arremolino a su alrededor, algunas mujeres se santiguaron y los crios mas pequefos cuchicheaban agitados. Finalmente llegaron los enfermeros para llevarse el cuerpo. La policia entro en el apartamento del viejo. Estaba limpio, casi vacio: una silla, una mesa de trabajo; el desvaido retrato de una mujer de cejas espesas y sonrisa amable descansaba sobre la repisa de la chimenea. Alguien abrio la nevera y encontro casi mil dolares en fajos de billetes pequefos envueltos en periodicos viejos, cuidadosamente ordenados detras de los botes de mayonesa y de conservas en escabeche.
Me conmovio la soledad de la escena, y por un breve instante desee haber conocido el nombre de aquel anciano. Inmediatamente lamente mi deseo y me embargo la tristeza. Senti como si se hubiese roto el entendimiento que habia entre nosotros, como si, en aquella habitacion desierta, el viejo me susurrara una historia nunca contada y me dijera cosas que hubiera preferido no oir.
Algo asi como un mes mas tarde, en una fria y deprimente mafana de noviembre mientras el sol se desvanecia detras de una madeja de nubes, recibi una llamada. Estaba preparandome el desayuno, con el cafe en la hornilla y dos huevos en la sarten, cuando mi compafero de piso me paso el telefono. La linea estaba llena de interferencias.
-lBarry? lBarry, eres tu?
-Si., lquien es?
-Si, Barry., soy tu tia Jane, de Nairobi. lMe oyes?
-Perdona, lquien has dicho que eres?
- La tia Jane. Escucha, Barry, tu padre ha muerto. Ha muerto en un accidente de trafico. lHola? lMe oyes? Tedigo que tu padre ha muerto. Barry, por favor llama a tu tio a Boston y diselo.
Ahora no puedo hablar, lvale, Barry? Intentare llamarte otro dia.
Eso fue todo. La linea se corto y yo me sente en el sofa oliendo como los huevos se quemaban en la cocina, mientras miraba fijamente las grietas en el yeso y trataba de calibrar la dimension de mi perdida.
En el momento de su muerte mi padre seguia siendo un mito para mi proximo y lejano al mismo tiempo. Se habia marchado de Hawai en 1963, cuando yo tenia dos afos, de forma que de nifo solo lo conoci a traves de las historias que me contaban mi madre y mis abuelos. Cada uno tenia sus relatos favoritos, brufidos y desgastados por el constante uso. Aun puedo ver la imagen de mi abuelo Gramps recostado en su vieja butaca despues de la cena, tomando un whisky a sorbitos mientras se limpiaba los dientes con el celofan de su paquete de cigarrillos, contandonos cuando mi padre casi tira a un hombre por el mirador de Pali a causa de una pipa..
-Veras. Tus padres decidieron llevar a un amigo suyo de turismo por la isla. Asi que fueron en coche hasta el mirador. Probablemente Barack condujo durante todo el camino por el lado equivocado de la carretera.
-Tu padre era un conductor malisimo -me explicaba mi madre-. Acababa siempre en el lado izquierdo, por el que conducen los ingleses. Ysi le decias algo simplemente se enfurrufaba por las estupidas normas de los norteamericanos.
-Bueno, esta vez llegaron sanos y salvos; bajaron del coche y se quedaron en la barandilla contemplando la vista. Barack lanzaba boca¬nadas de humo de la pipa que yo le habia regalado por su cumpleafos, sefalando el paisaje con la boquilla, como un viejo lobo de mar.
-Tu padre estaba orgulloso de su pipa -vuelve a interrumpir mi madre-. Fumaba durante toda la noche cuando estudiaba, y a veces.
-Escucha Ann, lquieres contar tu la historia o vas a dejar que termine?
-Lo siento papa, sigue.
-Bien, pues aquel pobre hombre, era otro estudiante africano, lno?, acababa de llegar en barco. Se ve que debia de impresionarle el modo como Barack hablaba haciendo aspavientos con la pipa, porque le pre¬gunto que si podia probarla. Tu padre se quedo cavilando durante un minutoyfinalmente accedio. Ytan pronto como el chico le dio la prime¬ra calada empezo a toser violentamente. Tosio tanto que la pipa se le resbalo de la mano y cayo al otro lado de la barandilla, casi treinta metros abajo en el fondo del acantilado.
Gramps se detiene para tomar otro traguitode su petaca antes de con¬tinuar.
-Pero bueno, tu padre fue lo bastante indulgente como para esperar aque su amigo terminara de toser, ydespues ledijo que saltarala baran¬dillayledevolvierala pipa. Elhombre echo una mirada a aqueldesnivel de noventa grados y le prometio a Barack que le compraria otra para reemplazarla.
-Una decision sensata -dijo Toot desde la cocina (a mi abuela la llamabamos Tutu, Toot para abreviar, que significa abuelaa en hawaiano, pues eldia que naci decidio que era demasiado joven para que la llamaramos Grannyo). El abuelo frunce entonces el cefo, pero decide ignorarla.
-Pero Barackse empefaba en recuperar su pipa porque era un rega¬loyno podia ser reemplazada. Asi que eltio echo otra miradayde nuevo sacudiola cabeza.jY entonces fue cuando tu padrelolevantodelsueloy empezo a zarandearlo por encima de la barandilla!
El abuelo suelta una risotada y con gesto jovial se golpea la rodilla. Mientras se rie, yo me veo mirando a mi padre, oscurecido por elcontra¬luzdelbrillante sol, sosteniendo en alto alinfractor que agita sus brazos. Una implacable concepcion de la justicia.
-En realidad no lo estaba sujetando por encima de la barandilla, papa -afade mi madre mirandome con preocupacion, mientras Gramps toma otro sorbo de whisky y continua.
-En ese momento, algunas personas comenzaron a mirarnos y tu madre le rogo a Barack que parase. Supongo que el amigo de Barack rezaba al tiempo que contenia la respiracion. En fin, despues de unos minutos, tu padredejo alhombre otra vez en elsuelo,ledio una palmada en la espalda y, tan tranquilo, sugirio que todos fuesemos a tomar una cerveza. Y,lsabes?, tu padre continuo comportandose asi durante todo el trayecto, como si nada hubiera sucedido. Ni que decir tiene que tu madre estaba bastante disgustada cuando volvieron a casa. De hecho, apenas si le hablaba a tu padre. Barack no colaboraba mucho tampoco, porque cuando tu madre intento contarnos lo que habia sucedido, el solo agito la cabeza y empezo a reir: «Calmate, Ann», le decia. Tu padre tenia una profunda voz de baritono y acento britanico -mi abuelo metia entonces su barbilla hacia la garganta para darle mayor efecto-. «Calmate Ann» continuo, «solo queria darle a ese tio una leccion sobre el cuidado que hay que tener con la propiedad ajena».
Gramps rio de nuevo hasta que comenzo a toser. Toot murmuraba entre dientes que suponia que era bueno que mi padre se hubiera dado cuenta de que el hecho de haber dejado caer la pipa solo habia sido un accidente, porque quien sabe que podria haber pasado si no. Mi madre me lanzaba una mirada complice yme decia que estaban exagerando.
-Tu padre puede que fuera un poco dominante -admitia mi madre esbozando una sonrisa-. Pero en elfondo era una persona muyhonesta. Lo que a veces le hacia ser impulsivo.
Ella preferia hacer un retrato mas amable de mi padre. Contaba la historia de cuando acudio a recibir la llave de la Phi Beta Kappao, vistiendo su ropa favorita: unos vaqueros yuna vieja camisetade punto con un estampado de leopardo.
-Nadie le habia dicho que aquello era un acto importante, asi que entro y se encontro a todo el mundo vestido de etiqueta en esa elegante sala. Fue la primera vez que lo vi sonrojarse.
Y el abuelo, de repente pensativo, asentia con la cabeza y decia:
-Lo cierto, Bar, es que tu padre podia manejar cualquier tipo de situacion, y eso hacia que le gustara a todo el mundo. lTe acuerdas de cuando tuvo que actuar en elFestivalInternacionalde Musica? Accedio a interpretar algunas canciones africanas, pero aquello era algo mas se¬rio de lo que pensaba, ya que la chica que salio antes que el resulto ser una cantante semiprofesional, una hawaiana con elapoyode una orques¬ta alcompleto. Cualquier otro hubiera abandonado justo en ese momen¬to, excusandose en que todo aquellohabia sido un error. Pero no Barack. Se puso en pie ycanto ante la audiencia, lo que no era facil, dejame que te diga. Yno es que lo hiciera bien, pero estaba tan seguro de si mismo que consiguio tantos aplausos como cualquier otro.
Gramps se levanto de su silla meneando la cabeza y, girandose, en¬cendio el televisor. -Ya tienes algo que puedes aprender de tu padre -me dijo-: la confianza es la clave del exito para un hombre.
Asi es como se sucedian todas las historias, de manera concisa, apocrifa, contadas de corrido en el curso de una noche y luego empaquetadas y guardadas durante meses, a veces afos, en la memoria de mi familia. Igual pasaba con las pocas fotos de mi padre que se quedaron en casa, viejas copias en blanco y negro hechas en un estudio y con las que solia toparme cada vez que revolvia en los armarios buscando los adornos de Navidad o algun antiguo equipo de buceo. Cuando comence a ser cons¬ciente de mis recuerdos, mi madre ya habia iniciado el noviazgo con el hombre que se convertiria en su segundo maridoysupe, sin necesidadde explicacion alguna, porque tuvieron que guardarselas fotos de mi padre. Pero, de vez en cuando, mi madre y yo nos sentabamos en el suelo, con ese olor a polvo y naftalina que desprendia el album, y me detenia a observar el aspecto de mi padre -su sonriente cara oscura, la frente grande y las gruesas gafas que le hacian parecer mas viejo de lo que era- y escuchaba mientras como los acontecimientos de su vida se hil¬vanaban en un simple relato.
Segun llegue a saber, era africano, de Kenia, de la tribu de los Luo, nacido a orillas del lago Victoria, en un lugar llamado Alego. Era un poblado pobre, pero su padre -mi otro abuelo, Hussein Onyango Obama- habia sido un importante granjero y patriarca de la tribu, un hombre medicina que tenia poderes curativos. Mi padre crecio pasto¬reando la manada de cabras de su padre y asistia a la escuela local que habia fundado el gobierno colonial britanico, donde demostro poseer grandes aptitudes. Alfinalconsiguio una beca para estudiar en Nairobiy, mas tarde, en visperas de la independencia de Kenia, fue elegido por lideres de este pais ymecenas americanos para asistir a una universidad en los Estados Unidos, donde se unio a la primera gran oleada de africa¬nos que fueron enviados para especializarse en tecnologia occidental y poder forjar a su regreso una nueva y moderna Africa.
En 1959, a la edad de veintitres afos, ingreso en la Universidad de Hawai, siendo el primer estudiante africano de esa institucion. Estudio econometria, trabajo intensamente y se graduo tres afos mas tarde como el primero de su clase. Tenia una legion de amigos y ayudo a organizar la Asociacion Internacional de Estudiantes, de la que se convirtio en su primer presidente. En un curso de ruso conocio a una torpe y timida americana de tan solo dieciocho afos, y se enamoraron. Los padres de la chica, no muycontentos al principio, acabaron sucumbiendo a su encan¬to e inteligencia. La joven pareja se caso, y ella tuvo un hijo a quien pusieron el nombre del padre. Obtuvo otra beca, esta vez para doctorarse en Harvard, pero al no contar con el dinero necesario para poder llevarse con el a su familia se produjo la separacion y regreso a Africa para cum¬plir su compromiso con el continente. Madre e hijo quedaron atras, pero los lazos del amor superaron la distancia.
Continues...
Excerpted from Los sueños de mi padre by Barack Obama Copyright © 2009 by Barack Obama. Excerpted by permission.
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"Provocativo...Describe convincentemente el hecho de pertenecer a dos mundos diferentes y, por tanto, de no pertenecer a ninguno".
-New York Times Book Review
"De una manera fluida, tranquila y perceptiva, Obama nos guía directamente al sitio donde se cruzan las interrogantes más serias sobre identidad, clase y raza".
-Washington Post Book World
"Obama escribe con mordacidad y, al mismo tiempo, con indulgencia. Vale la pena saborear este libro".
-Alex Kotlowitz, autor de There Are No Children Here
"Uno de los libros de autodescubrimiento más poderosos que he leído jamás. Además, está maravillosamente escrito, hábilmente matizado y posee el ritmo de una novela".
-Charlayne Hunter-Gault, autora de In My Place