Read an Excerpt
¿Que Le Pasa Al Dr. David Jeremiah Mundo?
10 señales proféticas que no puede pasar por alto
By David Jeremiah Grupo Nelson
Copyright © 2015 Grupo Nelson
All rights reserved.
ISBN: 978-0-7180-8430-1
CHAPTER 1
La conexión Israel
EL 14 DE MAYO DE 1948 FUE UN DIA CRUCIAL EN LA HISTORIA humana. Esa tarde un auto que llevaba al destacado líder judío David Ben-Gurion transitaba por el bulevar Rothschild en Tel Aviv y se detenía frente al Museo de Arte de Tel Aviv. Faltaban pocos minutos para las cuatro, y adentro esperaban ansiosamente su llegada más de cuatrocientos individuos (religiosos judíos, dirigentes políticos, y periodistas de todo el mundo) reunidos en un auditorio. Ben-Gurion subió rápidamente las escaleras. Exactamente a las cuatro en punto, hora local, llegó al estrado, empezó la reunión, y leyó estas históricas palabras:
Este derecho es el derecho natural del pueblo judío de ser dueño de su propio destino, como todas las otras naciones, en un Estado soberano propio. Por consiguiente [...] estamos reunidos aquí [...] y, en virtud de nuestro derecho natural e histórico, y basados en la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas, proclamamos el establecimiento del Estado judío en Eretz Israel, que será conocido como el Estado de Israel.
A nueve mil seiscientos kilómetros de distancia, el presidente Truman se hallaba en el Despacho Oval, leyendo una declaración de cuarenta palabras a punto de ser entregada a la prensa. Anotó unas palabras añadidas, luego firmó su aprobación y apuntó la hora. Eran las seis y diez de la tarde. Un minuto después, el secretario de prensa de la Casa Blanca leyó las novedades al mundo. Los Estados Unidos habían reconocido oficialmente el inicio de la moderna nación de Israel.
La profecía de Isaías, escrita setecientos cuarenta años antes del nacimiento de Jesús, decía: «¿Quién oyó cosa semejante? ¿Quién vio tal cosa? ¿Concebirá la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez? Pues en cuanto Sion estuvo de parto, dio a luz sus hijos» (Isaías 66:8). El Israel secular nació ese día.
Mientras escribo este capítulo, Israel está a punto de celebrar su sexagésimo aniversario como nación. Lo que asombra a muchas personas es que en esas seis décadas este diminuto país, con una población de poco más de siete millones, se haya convertido en el centro geopolítico del mundo. ¿Por qué esto es así? ¿Por qué una patria en ciernes con un espacio de tierra apenas un poco más grande que New Jersey se ha mencionado en los noticieros diarios más que cualquier otra nación fuera de Estados Unidos?
Para contestar esas preguntas debemos comprender lo que sucedió ese día de 1948, lo que está ocurriendo hoy en día en Israel, y cómo estos acontecimientos afectan a todo el mundo. No debemos buscar las respuestas en los noticieros nocturnos ni en las primeras páginas de los periódicos, sino en la Biblia. Así lo escribió el rabino Binyamin Elon, miembro del parlamento israelí:
Creo que si usted no sabe cómo leer la Biblia no puede entender el periódico. Si no conoce la historia bíblica de Abraham, Isaac y Jacob, lo más probable es que no comprenda el milagro del moderno Estado de Israel.
La historia de Israel empieza en el mismísimo inicio de la Biblia, en el libro de Génesis. La misma parte de la cobertura nos dice algo acerca de la importancia de Israel. Solamente dos capítulos se dan a toda la historia de la creación. Un capítulo registra la caída del hombre. Ocho capítulos cubren los miles de años desde la creación hasta la época de Abram. Luego encontramos que treinta y ocho capítulos completos tratan de historias de la vida de Abraham, Isaac y Jacob, los progenitores de la raza judía. Aparentemente Dios encuentra que Abraham y sus descendientes son de enorme importancia.
El pacto abrahámico
El Dios todopoderoso del cielo y la tierra hizo un pacto de cumplimiento obligatorio con Abraham, que iba a ser el padre de la nación judía. Las disposiciones de ese pacto están registradas en Génesis 12:1-3:
Jehová había dicho a Abram:
Vete de tu tierra
y de tu parentela,
y de la casa de tu padre,
a la tierra que te mostraré.
Y haré de ti una nación grande,
y te bendeciré,
y engrandeceré tu nombre,
y serás bendición.
Bendeciré a los que te bendijeren,
y a los que te maldijeren maldeciré;
y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.
Observe que el pacto de Dios con Abraham consta de cuatro promesas incondicionales. Primera: el Señor prometió bendecir a Abraham. Esa promesa se ha mantenido con generosidad; Abraham ha sido bendecido de muchas maneras. Tanto judíos como cristianos y musulmanes — parte importante de la población mundial — han reverenciado por miles de años el mismo nombre de Abraham. Este también ha sido bendecido por medio de los dones que el Señor diera a los descendientes de Abraham, los judíos. Mark Twain escribió en cierta ocasión:
Los judíos constituyen menos del uno por ciento de la humanidad. Esto sugiere una débil nube de polvo de estrellas en la llamarada de la Vía Láctea. Casi ni se debería oír apropiadamente de los judíos, pero no es así. En este planeta los judíos se destacan tanto como cualquier otro pueblo; su importancia comercial es extravagantemente desproporcionada con relación a lo pequeño de su tamaño. Sus contribuciones a la lista mundial de grandes nombres en literatura, ciencias, arte, música, finanzas, medicina y el conocimiento abstracto, también están fuera de proporción con la pequeñez de sus cifras. Los judíos han peleado una maravillosa batalla en el mundo en todas las épocas, y la han realizado con las manos atadas a la espalda.
Un hecho sorprendente que ilustra de manera dramática el punto de Twain es la desproporcionada cantidad de premios Nobel conferidos a judíos. De 1901 a 2007 se han otorgado 777 premios Nobel a individuos, como reconocimiento de importantes contribuciones a la humanidad. De ese total, 176 se han entregado a judíos. De los seis mil millones de habitantes del planeta, solo un poco más de trece millones son judíos ... menos de dos tercios del 1% del total de la población mundial. Ese minúsculo porcentaje de población ha ganado el 22,6% de todos los premios Nobel concedidos hasta la fecha.
Segunda: Dios prometió hacer de Abraham una gran nación. Hoy día, solo en Israel viven menos de 5,4 millones de judíos. Otros cinco millones viven en los Estados Unidos, y una importante población judía permanece esparcida en todo el mundo6. Añada a estas actuales cifras todos los descendientes de Abraham que han vivido en la historia, y tendrá de verdad una población tan incontable como las estrellas en la noche (vea en el apéndice A un cuadro de las estadísticas de la población judía).
Tercera: el Señor prometió hacer de Abraham una bendición para muchos. Esa promesa se ha mantenido de modo espectacular. Solo piense en lo que el mundo se hubiera perdido de no ser por los judíos. Sin ellos no tendríamos la Biblia. Sin los judíos no habría existido Jesús. Sin el judío Jesús no habría cristianismo. Sin los judíos no existirían los Diez Mandamientos, la Ley que en gran parte ha sido la base de la jurisprudencia y de los procedimientos legales entre la mayor parte de las naciones civilizadas del mundo.
Cuarta: Dios prometió bendecir a quienes bendijeran a Israel, y maldecir a quienes lo maldijeran. El Señor ha mantenido fielmente esa promesa. Ninguna nación ha bendecido a Israel como los Estados Unidos de América, y ninguna nación ha sido tan bendecida como los Estados Unidos. En uno de mis libros anteriores expliqué esta realidad:
Creo que una de las razones de que Estados Unidos haya recibido tanta bendición como país es que se ha convertido en una patria para el pueblo judío. Aquí los judíos pueden conservar su religión. Aquí tienen oportunidades económicas, sociales y educativas. Hoy día la Iglesia Cristiana en Estados Unidos se para firme entre los judíos y la repetición de cualquier otro antisemitismo.
A través de la historia los juicios de Dios han caído pesadamente sobre los opresores de Israel: Egipto, Asiria, Babilonia, Roma, y en épocas más modernas España, Alemania y Rusia. Hoy día, cuando en los Estados Unidos ganan influencia fuerzas menos amistosas para con Israel, hay muchos que creen que los Estados Unidos están peligrosamente cerca de ser agregados a esta lista negra. Hal Lindsey escribió:
Aunque Estados Unidos sigue siendo el principal protector de Israel, y sigue disfrutando de las bendiciones que esto trae de manera natural, su buena fortuna empezó a menguar más o menos desde que la Casa Blanca obligara a Israel a entrar al Acuerdo de Oslo: la fórmula «tierra por paz» en que Israel renunció a parte de la tierra de la promesa a cambio de paz. En otras palabras, fue una forma de chantaje cuyas condiciones fueron redactadas en Washington y forzadas sobre Israel con el propósito expreso de deshacer lo que Dios ya había hecho, lo que incluyó dividir a Jerusalén y quitarle parte de esta ciudad a los judíos.
No hay duda de que el Señor ha mantenido su promesa a Abraham. Lo ha bendecido a él y a la nación que salió de él; le ha multiplicado su descendencia como las arenas de la tierra y las estrellas del cielo; lo ha convertido en una bendición para todo el mundo; quienes lo han bendecido han recibido bendición, y quienes lo han maldecido han recibido maldición.
De todas las promesas del pacto de Dios con Abraham, creo que la más asombrosa es la relacionada con la tierra. El Señor le dijo a Abraham que dejara su tierra, su parentela, y la casa de su padre para ir «a la tierra que te mostraré» (Génesis 12:1). Dios lo guió a la tierra que pertenecería para siempre a sus descendientes. Usted puede sentir el sobrecogimiento y la importancia que esta promesa tiene para los judíos en este pasaje del libro God's Covenant with Israel [Pacto de Dios con Israel], del rabino Binyamin Elon:
Viajo desde Jerusalén hasta mi hogar en Bet-el por la misma ruta que Abraham y otros recorrían en tiempos bíblicos, desde Siquem hasta Hebrón y los lugares intermedios. Hoy día se ven muchas hermosas y florecientes comunidades judías a lo largo del camino. [...] Al llegar a la intersección Givat Assaf me inspira siempre el gigante letrero colocado allí, patrocinado por nuestro tendero local: «Aquí, en Bet-el, hace tres mil ochocientos años, el Creador del mundo prometió la tierra de Israel a su pueblo. En virtud de esta promesa es que vivimos hoy día en Haifa, Tel Aviv, Silo y Hebrón».
El título de la tierra de Israel
Hasta el día de hoy el asunto de quién controla la Tierra Prometida es el más volátil en la política internacional. Pero no debemos preocuparnos; el derecho a la Tierra Prometida ya lo determinó el Único que tiene la autoridad para hacerlo. A la tierra se la llama santa porque le pertenece a Dios. La Biblia nos dice que la tierra es del Señor para hacer con ella como él quiera (Salmos 24:1; Éxodo 19:5). En su pacto con Abraham, Dios determinó quién controlaría esta tierra: se la otorgó a Abraham y sus descendientes, el pueblo de Israel.
En Deuteronomio 7:6 leemos que Dios escogió a los judíos, y declaró santo al pueblo de Israel, «escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra». La primera vez que empecé a estudiar profecía recuerdo haber leído del periodista británico William Norman Ewer un pequeño verso poco convencional acerca de Israel: «Qué extraño que Dios escogiera a los judíos». Y cuando uno piensa al respecto, esta ocurrencia poética expresa una observación válida. ¿No parece un poco extraño que de todos los pueblos sobre la tierra, Dios seleccionara a este en particular para ser su nación escogida? ¿Por qué escogería a los judíos?
La Biblia nos dice que la elección de Israel no tiene nada que ver con méritos. No se debió a que fuera un pueblo más numeroso que otros en el mundo; era el más insignificante (Deuteronomio 7:7). No se debió a que Israel fuera más sensible a Dios que otras naciones. Aunque el Señor lo llamó por nombre, Israel no lo conocía a él (Isaías 45:4). No se debió a que esta nación fuera más buena que otras. Cuando más tarde Dios confirmó su promesa de tierra a los judíos les recordó que eran un pueblo rebelde y duro de cerviz (Deuteronomio 9:6-7).
Si el Señor decide bendecir a la nación de Israel no se debió a que esta fuera más populosa, espiritualmente más sensible ni más buena que otras naciones, ¿por qué entonces escogió a los judíos? La respuesta: porque el soberano propósito del Señor fue hacerlo. Su soberano propósito significa que a él le importa lo que le ocurre a su pueblo y a la tierra que le dio. Él no es simplemente un observador pasivo de todo lo que está ocurriendo en Israel. Como el Señor le dijera al pueblo por medio de Moisés, la suya era una «tierra de la cual Jehová tu Dios cuida; siempre están sobre ella los ojos de Jehová tu Dios, desde el principio del año hasta el fin» (Deuteronomio 11:12).
El pacto de Dios y la tierra de Israel
El pueblo de Israel es ahora el beneficiario del pacto de Dios con Abraham. Y para quienes son sensibles a la naturaleza histórica del pacto, tiene gran significado la posesión de la tierra que Dios le prometiera a Abraham hace miles de años. El profundo sentimiento que los judíos tienen por su tierra se expresa de manera poderosa en este pasaje del rabino Binyamin Elon:
Camino por las calles de la tierra prometida donde Abraham anduvo. Conduzco por las carreteras y los valles donde Isaac cuidaba sus rebaños. Voy de excursión a las cumbres donde Jacob miraba con expectativa en toda dirección. [...] Veo estas cosas y recuerdo claramente la verdad bíblica. El Señor otorgó la Tierra Prometida, toda ella, a nuestros patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob.
Otro rabino, Abraham Joshua Heschel, atribuye la fuerte vinculación de los judíos con su tierra al poder del pacto de Dios con Abraham para mantener unido a este pueblo a través de las edades con un amor común y una vinculación afectiva por la tierra:
El amor por esta tierra se debió a un imperativo, no a un instinto ni a un sentimiento. Existe un pacto, un compromiso del pueblo para con la tierra. Vivimos por pactos. No podemos traicionar nuestra promesa ni desecharla. Cuando Israel fue llevado al exilio, la promesa se convirtió en una oración; la oración en un sueño; el sueño en una pasión, un deber, una dedicación. [...] Este es un compromiso que no debemos traicionar. [...] Renunciar a la tierra haría una burla de todos nuestros anhelos, nuestras oraciones y nuestros compromisos. Abandonar la tierra sería repudiar la Biblia.
Un pacto exacto
Algunos han sugerido que la promesa de tierra a la descendencia de Abraham no se debe tomar de forma literal. Afirman que solo es un símbolo que indica una bendición general, o quizás la promesa del cielo. Pero la Biblia es demasiado específica para dejar que nos las arreglemos con tan efímera imprecisión. Describe la tierra en términos definidos con claras fronteras geográficas. El Dr. John Walvoord resaltó este punto cuando escribió:
El término tierra [...] usado en la Biblia significa exactamente lo que expresa. No se refiere al cielo. Habla de una parte de bienes raíces en Oriente Medio. Después de todo, si lo único que Dios le estaba prometiendo a Abraham fuera el cielo, este se pudo haber quedado en Ur de los caldeos. ¿Por qué emprender el larguísimo viaje? ¿Por qué ser peregrinos y trotamundos? No, Dios se refirió a la tierra.
La tierra prometida a Abraham incluye más área de la que ocupa la actual nación de Israel. Génesis 15:18 nos dice que se extiende desde el mar Mediterráneo al occidente hasta el río Éufrates al oriente. Ezequiel fija la frontera norte de Palestina en Hamat, ciento sesenta kilómetros al norte de Damasco (Ezequiel 48:1), y la frontera sur en Cades, aproximadamente ciento sesenta kilómetros al sur de Jerusalén (Ezequiel 48:28).
Un pacto eterno
Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos. (Génesis 17:7-8)
En esta extraordinaria profecía Dios prometió a Abraham y sus descendientes la tierra de Canaán como posesión a perpetuidad. Cuando usted mira en un mapa y localiza esa diminuta franja de tierra que Israel ahora reclama como suya podrá ver que ni ahora, ni nunca, ha ocupado totalmente la tierra que fue descrita a Abraham en la promesa del pacto de Dios. Si Israel estuviera actualmente ocupando en su totalidad la tierra que le fue prometida, controlaría todas las tierras del actual Israel, Líbano, Cisjordania y partes importantes de Siria, Irak y Arabia Saudita. Israel no ocupará toda la tierra que el Señor le dio a Abraham en promesa hasta el milenio.
Reubicación del pueblo de Israel
La dispersión de los judíos
Exactamente cuando el pueblo de Israel estaba a punto de entrar a la tierra de la promesa, Moisés les dijo que llegaría un momento en que la idolatría del pueblo les haría ser sacados de la tierra: «Y Jehová os esparcirá entre los pueblos, y quedaréis pocos en número entre las naciones a las cuales os llevará Jehová» (Deuteronomio 4:27). Dios reiteró esta profecía por medio de Ezequiel y Oseas (Ezequiel 12:15; Oseas 9:17). Israel no tenía excusa. Se había advertido una y otra vez a su población que el Creador era un Dios celoso que no toleraría que su pueblo adorara falsos dioses (Éxodo 34:14).
(Continues...)
Excerpted from ¿Que Le Pasa Al Dr. David Jeremiah Mundo? by David Jeremiah. Copyright © 2015 Grupo Nelson. Excerpted by permission of Grupo Nelson.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
Excerpts are provided by Dial-A-Book Inc. solely for the personal use of visitors to this web site.