El anhelo de mi corazón: Viva cada momento en la maravilla de la adoración
224El anhelo de mi corazón: Viva cada momento en la maravilla de la adoración
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Overview
Product Details
ISBN-13: | 9780718084608 |
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Publisher: | Grupo Nelson |
Publication date: | 12/29/2015 |
Sold by: | THOMAS NELSON |
Format: | eBook |
Pages: | 224 |
File size: | 719 KB |
Language: | Spanish |
About the Author
David Jeremiah es pastor de la iglesia Shadow Mountain Community en San Diego, California, donde también presta sus servicios como rector de Christian Heritage College. Es autor de una docena de libros y es orador en conferencias bíblicas. Él y su esposa Donna tienen cuatro hijos, dos de ellos casados, y doce nietos.
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El Anhelo De Mi Corazon
Viva cada momento en la Maravilla de la Adoracion
By David Jeremiah
Grupo Nelson
Copyright © 2015 Grupo NelsonAll rights reserved.
ISBN: 978-0-7180-8460-8
CHAPTER 1
Una visión del trono
El corazón nos late con fuerza mientras las grandes puertas se abren delante de nosotros: las puertas donde la tierra queda atrás y comienzan los cielos. Casi con febril anhelo usted y yo entramos a la gran sala, e inmediatamente nos vence todo lo que yace delante de nuestros sentidos.
No hay ojo que haya visto tan resplandeciente magnificencia; no hay oído que haya escuchado una música igual. En el mundo mortal no hay arte ni edificios que pudieran habernos preparado para esto. No podemos hablar ni siquiera permitir que nuestros ojos debilitados por el mundo se maravillen de la gloria que llena la sala del trono del Rey de la creación. Sin que nos demos cuenta, grandes lágrimas corren por nuestras mejillas.
El techo de la sala es demasiado alto para lograr verlo; se levanta majestuoso hasta los más lejanos confines de lo infinito. Las paredes resplandecen con la tapicería viva de las obras poderosas del Rey a lo largo de las edades. Y los ángeles nos rodean como encarnaciones de luz y canto, y elevan alabanzas al Nombre que es sobre todo nombre. El aire que respiramos tiene el dulce sabor del paraíso y nos inunda un intenso gozo totalmente indescriptible. Pero todas estas cosas llevan a nuestros ojos hacia el trono, porque el Rey mismo está allí.
Nuestros ojos no están aptos para contemplar su gloria. Pero miramos la mano que formó el contorno de cada planeta y colocó las estrellas en el espacio, la mano que trajo luz de las tinieblas y que produjo orden a partir del caos. Algo cruje en su mano: un documento de edad inconcebible. El rollo resplandece con la luz de la sabiduría y la providencia, y está sellado, no una, sino siete veces. Aquí, en la mano del Padre, está el título de propiedad de la tierra.
El libro bíblico de Apocalipsis describe este rollo y su serie de sellos. A lo largo de los capítulos de este libro, se desatan uno por uno los sellos como asunto final de los tiempos, los detalles finales del plan de Dios que dan su fruto final. Juicio e ira aparecen en la apertura de los sellos; redención y victoria, también. A medida que cada sello se abre, cada pregunta halla respuesta. Todo enigma queda para siempre resuelto. Por esa razón, los ojos de centenares de millones de almas observan atentamente.
¿Mencioné a los centenares de millones? Esta sala se encuentra fuera de las esferas creadas del tiempo y el espacio. Aquí la historia y la proximidad son irrelevantes. Por eso es que la multitud está de pie con nosotros en esta sala. De todas las épocas y de cada territorio, han llegado a ver el decreto final junto al trono.
Pero hay un alma que ha dado un paso al frente, y sabemos al instante quién es: Juan el apóstol, transportado por medio de una visión en la Isla de Patmos. Está presente para observar y escribir las profecías que se convertirán en el libro final de la Biblia, el que llamamos Apocalipsis (o Revelación). Juan es el mensajero, el reportero. Él, usted y yo y toda la multitud de millones de testigos, estamos de pie en la escena narrada en el quinto capítulo del libro.
Ahora un ángel se presenta ante nosotros. Clama, con una poderosa voz, un mensaje para la multitud reunida: «¿Quién es digno de abrir el libro», pregunta, «y de desatar los sellos?» ¿Es nuestra imaginación o la gran muchedumbre retrocede en un solo movimiento? Tras la pregunta del ángel todos los ojos miran hacia el suelo. Por primera vez se puede sentir un espíritu de tristeza, porque nadie se encuentra digno de aceptar la invitación a desatar los sellos. De pronto hallamos que, como Juan, el discípulo amado de Jesús, nosotros también lloramos sin consuelo. Se nos recuerdan cosas que más bien no consideramos: las manchas e imperfecciones que nos hace ineptos para conocer el gozo inefable de la perfecta comunión con el Padre.
En este rollo, el que no nos atrevemos a tocar, está el plan final según el cual Jesús tendrá el dominio definitivo de la tierra. Este es el cuadro del mundo con Jesús como Rey de reyes y Señor de señores. He aquí el juicio que, de manera final e irrevocable, se derramará sobre los malos que le han rechazado. ¿Cómo no vamos a estar ansiosos por la revelación de tal documento? ¿Nadie es digno de dar un paso al frente para abrir el rollo? Seguimos llorando amargamente. En el momento siguiente, oiremos una voz de consuelo por sobre nuestras espaldas. Como veremos, podemos enjugar las lágrimas, porque hay esperanza.
Más adelante en nuestro viaje, regresaremos a esta sala una vez más para presenciar el final de la historia. Veremos quién puede abrir el rollo y las consecuencias para usted y para mí. Pero por ahora, detengamos el desarrollo de la escena en nuestra mente, escena en la hermosa sala del trono donde se sienta el Padre y donde nos invita a entrar y a participar en la gran aventura. No importa lo indignos que seamos, Él nos mira, sonríe y nos exhorta a acudir y ayudar en el logro de su gran plan para este mundo. Nosotros solo podemos mirar hacia nuestros pies. Solo podemos alejarnos incómodos y sentir un gran arrepentimiento.
¿Puede usted identificarse con esa escena? Se puede simbolizar en un libro de profecía compleja e intensa, pero creo que es un cuadro de la vida que muchos de nosotros llevamos cada día. Todos sentimos el vacío en nuestro corazón y la invitación a caminar profundamente con Dios, a entrar muy confiadamente en su presencia. Queremos adorar en espíritu y en verdad, como Jesús dijo. Queremos ese gozo y ese júbilo. Queremos identificarnos con el señorío de Cristo sobre este mundo, con todos sus problemas y todas sus tinieblas.
Entonces, ¿qué nos impide saltar al frente y correr a sus brazos? ¿Qué nos retiene para no adorarle ni alabarle en medio de la vida?
Espero que en este libro usted y yo exploremos en forma completa la respuesta a esa pregunta. Si ha anhelado conocer mejor a Dios, adorarle con todo su corazón, disfrutar de su presencia sin que importen las circunstancias de la vida, espero que este libro le señale el camino para ese estilo de vida. Si usted es nuevo en el Reino de Dios, mi oración es que este libro sea la cartilla que lo lleve a dar los primeros pasos hacia una vida en que la adoración sea su estilo. Si usted ya tiene experiencia y conocimiento de las realidades espirituales, espero que este libro reviva el gozo que tuvo al principio y que pudiera haber perdido a lo largo de los años, así como sentir el anhelo de ver el rostro de Dios. Y si usted, como la mayoría, se encuentra en algún punto intermedio, nuestro viaje es ciertamente para darle un nuevo y fresco entendimiento de lo que significa presentarse a Dios cada día con el corazón lleno de alabanza.
Así que prepárese para un viaje de fe, descubrimientos y maravillas. Nos conducirá a muchos destinos, desde el culto de adoración hasta el lugar de trabajo; desde lo terrenal a lo celestial. No menos importante, espero que le conduzca a un reencuentro consigo mismo, con sus motivaciones y su potencial como hijo de Dios. ¿Está dispuesto? Comencemos ahora con los ojos abiertos y un espíritu ansioso, de modo que cuando volvamos a esa sala donde la tierra da paso a la eternidad, nada haya sino gozo al fijarnos en los ojos del Padre. No habrá llanto sino risa solamente. Y cuando nos invite a entrar, estaremos preparados para regocijarnos en aquello para lo que fuimos creados: conocer y amar a Dios como Él nos amó primero.
CHAPTER 2¿Se ha maravillado alguna vez?
El programa espacial estadounidense lanzó nuestra imaginación al espacio cuando el primer hombre pisó suelo lunar. ¿Lo recuerda? Una historia de la fascinación del programa espacial ocurrió durante los últimos días de los vuelos Apolo. Jacob Needleman era uno de los reporteros reunidos para cubrir el lanzamiento del Apolo 17 en 1975.
El lanzamiento estaba anunciado para la noche y los reporteros hicieron de ello un acto social. Se paseaban sobre el césped de la sección de periodistas, donde había refrescos en mesas de picnic. Comían, bebían y contaban los chistes acostumbrados, impregnados de sarcasmos. Así son los reporteros, quienes diariamente ven e informan los peores acontecimientos del mundo.
Finalmente llegó el momento en que el gran cohete Atlas, una torre de treinta y cinco pisos de poder, habría de internarse en los cielos. Primero la acostumbrada cuenta regresiva y luego el lanzamiento. Según el relato de Needleman en el libro de Bill Moyers, A World of Ideas II, los periodistas repentinamente quedaron cegados por un amplio campo de luz anaranjada. Sus ojos apenas podían soportar la intensidad. Luego, en un silencio aturdidor — dado que el sonido vuela a menor velocidad que la luz — el gran cohete tronó en la bóveda celeste de la noche. Las ondas sonoras llegaron segundos más tarde con toda la fuerza de un cataclismo que hizo vibrar los huesos de los reporteros. Sintieron que los dedos de los pies vibraban junto con la tierra.
El cohete viajó cada vez más alto, luego más arriba mientras la primera etapa se consumía con una espectacular llama azul. Parecía haberse convertido en una estrella, que conducía a tres hombres a la gloria. Y luego, todo había desaparecido, desvanecido en la periferia de la atmósfera y en la profundidad del espacio. La prensa calló. Las interrumpidas bromas murieron en los labios de los reporteros, que no las volvieron a recordar. Needleman vio los ojos de los hombres llenos de luz, las bocas completamente abiertas, los rostros encendidos por el resplandor interno de lo maravillados que estaban.
Más sorprendente era la visión de un grupo endurecido de dudosos periodistas cuyo semblante parecía haber cambiado. Los nervios dejaron de simular; las sonrisas eran ya auténticas y gentiles. La conversación era tranquila y reverente. Los hombres se ayudaban entre sí con sus sillas y cuadernos. Solo por un momento en el tiempo, se había apoderado de ellos un temor reverente que cambió sus patrones de conducta.
Tales momentos son muy escasos en la noche oscura de estos tiempos. En una era de maravillas verdaderas llena de naves espaciales, Internet, y microchips — todos inventos asombrosos que nuestros abuelos nunca hubieran previsto — hemos llegado a ser una generación que se caracteriza, no por la reverencia, sino por la mordacidad y el vano nihilismo. Eso en sí es una maravilla; porque, ¿cómo podemos nosotros, que hemos visto tantas maravillas nuevas, hallarnos tan vacíos espiritualmente y ser incapaces de maravillarnos?
Me maravillo ...
Maravillados en la locura
El siglo veinte comenzó con el anuncio de una futura utopía que se aproximaba. Los triunfos de la ciencia y la industria ciertamente traerían una nueva prosperidad, nuevas capacidades y nuevas respuestas a problemas antiguos. Hasta la Primera Guerra Mundial fue catalogada como «La guerra que pondrá fin a las guerras» y popularmente se consideraba como una forma más civilizada del conflicto final del mundo. El siglo veinte comenzó con la maravilla de la lámpara incandescente, pero nos dejó con la explosión de la destrucción masiva.
En algún punto del camino descubrimos que la utopía es engañosa. Las guerras se hicieron espantosas; la tecnología no se usó para remediar, sino para nuevas crisis provocadas por el hombre. El momento de transición entre el «siglo del progreso» y lo que tenemos por delante en el nuevo milenio ocurrió el 11 de septiembre de 2001. Dos de las torres de mayor magnificencia en el mundo, símbolos de sofisticación y del libre comercio mundial, se vieron atacadas salvajemente por las fuerzas de un odio primitivo. Al ver las imágenes de personas que se lanzaban, y al oír de los miles que perecieron en medio del acero y el concreto que se colapsaba, sentíamos todo menos admiración. Sentimos escalofríos por un horror y un pavor que estaba más allá de lo que hubiéramos podido imaginar con anterioridad. Nos preguntábamos si podríamos volver a vivir sin un temor constante.
Muchos somos los que vivimos en ciudades donde la puesta del sol y el horizonte montañoso se han convertido en recuerdos distantes. Las majestuosas estrellas están bloqueadas por la niebla humeante de la industria. Así como nuestra capacidad ha crecido exponencialmente, nuestra capacidad de maravillarnos parece haberse marchitado. Hace un siglo, G. K. Chesterton escribió: «El mundo no está escaso de maravillas, sino de la capacidad de maravillarse».
Antes de decir algo sobre la adoración, debemos captar bien lo que es maravillarse. Porque la adoración no puede solo ser la tarea de la mente racional. No se puede esbozar en el papel, ni medir por medio de diagramas. La adoración y el acto de maravillarse, tan estrechamente relacionados, son llegar al extremo de nuestra capacidad de medir. En la presencia del Todopoderoso Dios, como lo descubre el apóstol Juan, el maravillarse es algo espontáneo y nos deja cambiados. ¿Podemos responder de otra forma? Pero sin capacidad de sentir ese temor reverente en que estamos al borde de nosotros mismos y miramos más allá, nunca podremos entrar en su presencia.
El tema de este libro es vivir cada momento en la maravilla de la adoración. Deseo que seamos capaces de barrer con la complejidad y desesperación de nuestro tiempo, aunque sea por los breves momentos en que prestemos atención a estos capítulos. Deseo que respiremos profundamente y recordemos lo que es ser como niños con los ojos ampliamente abiertos, captando algo mayor y más maravilloso que lo que hayamos visto con anterioridad. ¿Cómo fue en su caso? ¿Cómo fue la mañana de la Navidad a los cinco años? ¡Un tren eléctrico que ocupa toda una habitación! ¿Cómo fue la primera vez que vio el océano? Quiero que descubramos eso en la presencia de Dios, disponible dondequiera que estemos y siempre que lo decidamos, que podemos vivir en la esencia de ese temor reverente. Podemos ser como aquellos reporteros: nuestro cinismo se disuelve por la luz que viene de otro mundo.
¿Se ha maravillado alguna vez? ¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde que fue nuevamente un niño, boquiabierto y con una mirada que expresa lo maravillado que está? ¿Cómo cambiaría su vida si pudiera vivir de esa forma cada día? ¿Cómo cambiaría la gente que lo rodea?
Espero que ya lo esté sintiendo: el anhelo mismo de su corazón. Esto es lo que ha faltado en muchas vidas. Hemos vagado en el vacío cuando podríamos habernos maravillado en la plenitud del amor de Dios. El anhelo de su corazón, aun cuando no lo haya llegado a comprender, es vivir cada momento en la maravilla de la adoración.
De Génesis a Apocalipsis
La historia escrita comienza con una gran maravilla. Termina de la misma manera. ¿Y qué cree que es lo central? Sí, toda la Biblia está estructurada en torno a una humanidad maravillada en la presencia de Dios. Demos un vistazo.
Como todos saben, Génesis comienza con la creación del mundo. Nadie estaba allí como testigo, pero se nos dio el relato de cómo Dios formó los cielos y la tierra con su mano poderosa. Por medio de la Escritura inspirada por el Espíritu Santo, podemos levantarnos y contemplar el momento cuando Dios dijo: «Sea la luz»; cuando separó las aguas del firmamento; cuando hizo que la tierra produjese hierba y puso el sol, la luna y las estrellas en el cielo. En cada ocasión sabemos que Dios dijo: «Es bueno».
¡Sí, es bueno! Esa es también nuestra respuesta más elemental cuando miramos el cielo lleno de estrellas o vemos salir el sol con esplendor sobre la montaña, bañando los cielos con hermosos colores naranja y azul. Pero cuando vemos lo que es perfecto, lo que Dios proclamó como bueno, respondemos también con nuestras emociones. Quedamos asombrados, maravillados. En ese punto debemos detenernos y considerar, porque la capacidad de maravillarse está en el centro mismo de nuestra identidad como seres humanos creados a la imagen de Dios.
Deténgase a contemplar la puesta de sol y no solo sus ojos se llenarán, sino también su alma y su imaginación. Pero si usted está con su perro favorito, lo verá olfateando el suelo, quizá atraído por una pulga molesta. No importa lo que digan los científicos modernos, hay una vasta diferencia entre usted y una bestia común. Usted se maravilla. Usted llora. Usted ríe y ama. Pero la primera de estas cosas, la capacidad de maravillarnos, es lo que nos marca como hijos especiales de Dios. Si nosotros fuéramos solo un complejo de neuronas creadas por la evolución y con respuestas instintivas a estímulos, ¿por qué podríamos responder emocionalmente a la salida o puesta del sol? ¿Por qué nos atraería la música, y qué hay en el sistema darviniano que nos hace reír?
La capacidad de maravillarse es el canal en nuestra estructura dado para encontrarnos con Dios mismo. La capacidad de maravillarse es la puerta abierta a la adoración. Es la ocasión que se da al alma para evaluar desde una verdadera perspectiva espiritual. Sin maravillarnos no podríamos ver. Dios «atiborró la tierra con cielo», para parafrasear a la poetisa Elizabeth Barrett Browning, porque demasiado pronto olvidamos que el cielo está a la vista. En consecuencia Él llena la tierra con avisos celestiales, y si no logramos recibir el mensaje, hay algo muerto en nosotros. Albert Einstein lo dice así: «Lo más hermoso que podemos experimentar es el misterio. Es la fuente de toda verdad y ciencia. La persona para quien la emoción es ajena, que ya no se detiene para maravillarse ni para extasiarse con temor reverencial, es como si estuviera muerta: sus ojos están cerrados».
(Continues...)
Excerpted from El Anhelo De Mi Corazon by David Jeremiah. Copyright © 2015 Grupo Nelson. Excerpted by permission of Grupo Nelson.
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Table of Contents
Contents
Reconocimientos, ix,1. Una visión del trono, 3,
2. ¿Se ha maravillado alguna vez?, 11,
3. ¿Dónde establece su hogar un rey?, 25,
4. Un templo sobre ruedas, 35,
5. Los sabios porqués de la adoración, 51,
6. Todo o nada, 65,
7. Esta tierra bendita, 79,
8. El idioma de los ángeles, 93,
9. Que el cielo y la naturaleza canten, 109,
10. ¡Esto significa guerra!, 125,
11. Extrañas pero ciertas historias de adoración, 137,
12. Adoración en la oscuridad, 151,
13. Conocimiento y confianza, 165,
14. En la puerta de la eternidad, 179,
15. Perspectiva eterna, 193,
16. Me maravillo mientras camino, 207,
Notas, 211,