Pese a las desmesuradas pretensiones de constituir una Fiscalía Especial Para la Atención de Hechos Probablemente Constitutivos de Delitos Federales Cometidos Directa o Indirectamente por Servidores Públicos en Contra de Personas Vinculadas con Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, en su momento se presentó como un esfuerzo para restaurar la vigencia de las instituciones y validar con ello la transición hacia una democracia plena. La iniciativa nació, no obstante, con un vicio de origen que comprometió no sólo su desempeño, sino su propia razón de ser. En efecto, la Fiscalía Especial procuró consolidar la especie de que en la guerra sucia sólo hubo una clase de perversidad: la proveniente de los exfuncionarios federales. Pero "lo cierto es que en ambos bandos hubo autores de conductas delictivas y en ambos hubo agraviados", excesos y muertos. En este escenario, la procuración de justicia se convirtió en un desesperado e inicuo empeño por entregar culpables, aun a costa de inventar pruebas y torcer las leyes para obtener un resultado políticamente conveniente. Dura trama en la que Luis de la Barreda Solórzano se vio obligado a intervenir a partir de un solo caso: la apasionada defensa de su padre, el capitán Luis de la Barreda. Etiquetas: Inquisidor; derechos civiles; México.