En esta novela escrita por Giovanny Cruz Durán en varios planos, él parece erigirse como un dios-poeta que construye una aldea en el centro de unas dunas. A esa aldea, Los Olvidados, su creador le ha llevado agua y unos demonios terrenales se la han quitado; decretándose de esta forma la lenta agonía de la aldehuela y un proyectado ajuste de cuentas. Sólo cuatro quedan vivos para testimoniar su paso terrenal: la joven y ajada Guillermina, el esperanzado Nicodemo, la iluminada Nicolasa y la meretriz Dolores. Luego se les unen dos personajes más con sus particulares dramas: el negro Yogo-Yogo y el sombrío Taíno.


Entre las arenas de las dunas, en las casas que aún permanecen precariamente paradas, al lado de unos arbustos llamados aceitunos y entre sus propias quimeras estos seis soñadores esperan. Esperan el asombro de sus muertos con-vertidos en fuego fatuo o a su incierto destino. Sus creencias ancestrales, sus dioses primitivos, sus angustias y sus historias los obligan a permanecer allí.


Así los descubre el escritor que nos revela su existencia: Carlos Espinal. A la trama él ha sido conducida por médium (Esperanza, Dolores Guillermina, Manuel Herrera, Segarra, Estervina y Vicente) y dioses tutelares caribeños, sin percatarse que él es parte integral de la historia que cuenta, que él está dentro del carrusel formado por los loases Ogún Balendjó, Metresilí Dantó, Anaísa Pié, Belié Belcan Toné, Candelo Sedifé, Guedé Limbó y el Barón Samedí. Creyendo que escribe sucesos de otros, finalmente descubre que ha contado, también, su propia historia. Y es esta, la historia de nuestros mitos, de los hombres y de las mujeres antillanos.