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Chapter One
Me arrepiento de las dietas, de los platos deliciosos rechazados por vanidad, tanto como lamento las ocasiones de hacer el amor que he dejado pasar por ocuparme de tareas pendientes o por virtud puritana. Paseando por los jardines de la memoria, descubro que mis recuerdos estánasociados a los sentidos. Mi tia Teresa, la que se fue transformando en ángel y murió con embriones de alas en los hombros, está liga da para siempre al olor de las pastillas de violeta. Cuando esa dama encantadora aparecia de visita, con su vestido gris discretamente iluminado por un cuello de encaje y su cabeza de reina coronada de nieve, los niñs corríamos a su encuentro y ella abría con gestos rituales su vieja cartera, siempre la misma, extraía una pequeña caja de lata pintada y nos daba un caramelo color malva. Y desde entonces, cada vez que el aroma inconfundible de violetas se insinúa en el aire, la imagen de esa tia santa, que robaba flores de los jardines ajenos para llevar a los moribundos del hospicio, vuelve intacta a mi alma. Cuarenta años más tarde supe que ée era el sello de Josefina Bonaparte, quien confiaba ciegamente en el poder afrodisíaco de aquel huidizo aroma que tan pronto asalta con una intensidad casi nauseabunda, como desaparece sin dejar trazos para regresar enseguida con renovado ardor. Las cortesanas de la antigua Grecia lo usaban antes de cada encuentro amoroso para perfumar el aliento y las zonas erógenas, porque mezclado con el olor natural de la transpiración y las secreciones femeninas, alivia la melancolía de los más viejos y sacude de modo insoportable elespíritu de los hombres jóvenes. En el Tantra, filosofía mística y espiritual que exalta la union de los opuestos en todos los planos, desde el cósmico hasta el más ínfimo, y en la cual el hombre y la mujer son espejos de energías divinas, violeta es el color de la sexualidad femenina, por eso lo han adoptado algunos movimientos feministas.
El olor penetrante del yodo no me trae imágenes de cortaduras o cirugias, sino de crizos, esas extrañias criaturas del mar inevitablemente relacionadas con mi iniciación al misterio de los sentidos. Tenáa yo ocho años cuando la mano ruda de un pescador puso una lengua de erizo en mi boca. Cuando visito Chile, busco la oportunidad de ir a la costa a probar de nuevo erizos recién extraídos del mar, v cada vez me abruma la misma mezcla de terror y fascinación que sentí durante aquel primer encuentro ìntimo con un hombre. Los crizos son inseparables para nu de ese pesca
dor, su bolsa oscura de mariscos chorreando agua de mar y mi despertar a la ersensualidad. Es así como recuerdo a los hombres que han pasado por da -no deseo presumir, no son muchos- unos por la textura de su piel, otros por el sabor de sus besos, el olor de sus ropas o el tono de sus murmullos, y casi todos
ellos asociados con algún alimento especial. El placer carnal más intenso, gozado sin apuro en una cama desordenada v clandestina, combinación perfecta de caricias, risa y juegos de la mente, tiene gusto a baguette, prosciutto, queso francós v vino del Rhin. Con cualquiera de estos tesoros de la cocina surge ante mí un hombre en particular, un antiguo amante que vuelve persistente, como un fantasma querido, a poner cierta luz traviesa en mi edad madura. Ese pan con jamón v queso me devuelve el olor de nuestros abrazos y ese vino alemán, el sabor cle su boca. No puedo separar el crotismo de la comida y no veo razón para hacerlo, al contrario, pretendo seguir disfrutando de ambos mientras las fuerzas y el buen humor me alcancen. De allí viene la idea de este libro, que es un viaje sin mapa por las regiones de la memoria sensual, donde los límites entre el amor y el apetito son tan difusos, que a veces se me pierden del todo.
justificar una colección más de rccetas de cocina o de instrucciones eróticas no es fácil. Cada aóo se publican miles y francamente no se, quién las compra, porque aún no conozco quien cocine o haga el amor con un manual. La gente clue sc gana la vida con esfuerzo v reza a escondidas, como usted v como yo, improvisamos con las cacerolas v entre las sábanas lo mejor posible, aprovechando lo que hay a mano, sin pensarlo mucho y sin grandes aspavientos, agradecidos de los dientes que nos quedan y de la suerte inmensa de tener a quien abrazar. ¿Por qué entonces este libro? Porque la idea de averiguar sobre afrodisíacos me parece divertida y espero que para usted tambión lo sea. En estas páginas intento aproximarme a la verdad, pero no siempre es posible. ¿Qué se puede decir, por ejemplo, del perejil? A veces hay que inventar...
Por tiempos inmemoriales la humaniclad ha recurrido a sustancias, trucos, actos de magia y juegos, que la gente scria y virtuosa se apresura en clasificar como perversiones, para estimular el deseo amoroso y la fertilidad. Esto ú1timo no nos interesa aquí va hay demasiados niños ajenos en el mundo, vamos a concentrarnos en el placer. En un libro sobre magia
Afrodita. Copyright © by Isabel Allende. Reprinted by permission of HarperCollins Publishers, Inc. All rights reserved. Available now wherever books are sold.