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Cautivado por la Alegria
Historia de Mi Conversion
By C. Lewis HarperCollins Publishers, Inc.
Copyright © 2006 C. Lewis
All right reserved. ISBN: 0061140066
Capitulo Uno
Los primeros anos
Feliz, pero, a fuer de feliz, inseguro.
Milton
Naci en Belfast durante el invierno de 1898; hijo de un notario y de la hija de un pastor protestante. Mis padres solo tuvieron dos hijos, ambos varones, de los cuales yo era el mas pequeno, con unos tres anos de diferencia. En nuestra formacion se unieron dos tendencias muy distintas. Mi padre pertenecia a la primera generacion de su familia que ejercia una carrera. Su abuelo habia sido agricultor en Gales; su padre, hombre autodidacta, habia empezado su vida como obrero, emigrando a Irlanda, y habia terminado como socio de la firma Macilwaine and Lewis, «caldereros, ingenieros y armadores de buques». Mi madre era una Hamilton con muchas generaciones de clerigos, abogados, marinos y otros profesionales a sus espaldas; por parte de su madre, a traves de los Warrens, la dinastia llegaba hasta un caballero normando cuyos restos descansan en la abadia de Battle. Las dos familias de las que desciendo eran tan diferentes en su temperamento como en su origen. La familia de mi padre era verdaderamente galesa, sentimental, apasionada y melodramatica, facilmente dada tanto a la ira como a la ternura; hombres quereian y lloraban con facilidad y que no tenian demasiada capacidad para ser felices. Los Hamilton eran una raza mas fria. Tenian una mente critica e ironica y la capacidad de ser felices desarrolladisima; iban derechos a la felicidad, como el viejo avezado va hacia el mejor asiento en un tren. Desde mi mas tierna infancia ya era consciente del gran contraste que habia entre el carino alegre y pacifico de mi madre y los altibajos de la vida emocional de mi padre, y esto alimento en mi, mucho antes de que fuera lo suficientemente mayor como para darle un nombre, una cierta desconfianza o aversion a las emociones como algo desapacible, violento e, incluso, peligroso.
Mis padres, segun los canones de aquel lugar y tiempo, eran gente «culta» o «ilustrada». Mi madre, que habia sido una matematica prometedora en su juventud, curso el Bachillerato en Artes en el Queen's College de Belfast. Antes de morir me inicio tanto en frances como en latin. Era una lectora voraz de buenas novelas y creo que las obras de Meredith y Tolstoi que he heredado las compraron para ella. Los gustos de mi padre eran totalmente distintos. Aficionado a la oratoria, habia hablado en tribunas politicas en Inglaterra cuando era joven; si hubiera tenido medios propios seguramente hubiera aspirado a la carrera politica. Si su sentido del honor, tan profundo que le hacia ser un Quijote, no le hubiera hecho tan poco docil, hubiera tenido exito en este campo, pues tenia muchas de las virtudes necesarias para ser parlamentario: buena presencia, voz potente, una mente rapidisima, elocuencia y memoria. Le entusiasmaban las novelas politicas de Trollope; supongo que al seguir la carrera de Phineas Finn lo que hacia era satisfacer indirectamente sus propios deseos. Le gustaba la poesia siempre que tuviera elementos retoricos o pateticos, o ambos; creo que entre las obras de Shakespeare, Otelo era su favorita. Disfrutaba enormemente con casi todos los autores humoristicos, desde Dickens a W. W. Jacobs, y el mismo era el mejor raconteur que yo haya oido, apenas tenia rival; era el mejor en esta faceta, haciendo todos los personajes por turno con total libertad en el uso de muecas, gestos y pantomimas. Nunca era tan feliz como cuando se encerraba durante una hora, mas o menos, con uno o dos de mis tios para contarse «gracias» (como llamabamos en nuestra familia a las anecdotas). Ni el ni mi madre sintieron la menor atraccion por el tipo de literatura a la que me entregue con verdadera devocion en el momento en que pude elegir los libros por mi mismo. Ninguno habia prestado atencion a las «muelas de los elfos»2. En casa no habia ningun volumen de Keats o Shelley, y el de Coleridge nunca lo habian abierto, que yo sepa. Mis padres no tienen ninguna culpa de que yo sea un romantico. De hecho, a mi padre le gustaba Tennyson, pero era el Tennyson de In Memoriam y Locksley Hall. Nunca oi hablar de su Lotus Eaters o de la Morte d'Arthur. Segun me dicen, el interes de mi madre por la poesia era nulo.
Ademas de unos buenos padres, buena comida y un jardin (que entonces me parecia grande) en el que jugar, mi vida empezo con otras dos bendiciones. Una era nuestra ninera, Lizzie Endicott, en la que ni siquiera el preciso recuerdo de la infancia puede descubrir un solo defecto, solo amabilidad, alegria y sensatez. En aquellos dias no se decian tonterias sobre las «nineras». A traves de Lizzie nos sumergimos en el ambiente campesino de County Down. Asi, nos desenvolviamos con soltura en dos mundos sociales totalmente distintos. A esto debo el haberme inmunizado para siempre contra la falsa identificacion entre refinamiento y virtud que algunos hacen. Desde antes de lo que puedo recordar, ya habia comprendido que ciertos chistes se podian compartir con Lizzie, pero no se podian contar en el salon; y tambien que Lizzie era simplemente buena, todo lo buena que puede ser una persona.
La otra bendicion era mi hermano. Aunque era tres anos mayor que yo, nunca me parecio un hermano mayor; fuimos aliados, por no decir confederados, desde el principio. Sin embargo, eramos muy distintos. Nuestros primeros dibujos (y no puedo recordar ninguna epoca en que no estuvieramos dibujando constantemente) lo revelan. Los suyos eran de barcos, trenes y batallas; los mios, cuando no eran copia de los suyos, eran de los que llamabamos «animales vestidos» (los animales antropomorfizados de la literatura infantil). Su primer cuento (ya que mi hermano me precedio en el paso del dibujo a la escritura) se llamo El joven Raja. El ya habia tomado la India como «su pais»; el mio era «Animalandia». No creo que ninguno de los dibujos que conservo pertenezcan a los seis . . .
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