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Disciplinas Espirituales Para la Vida Cristiana
By Donald S. Whitney, Adriana Powell Tyndale House Publishers
Copyright © 2016 Tyndale House Publishers, Inc.
All rights reserved.
ISBN: 978-1-4964-1131-0
CHAPTER 1
Las Disciplinas Espirituales ... para la piedad
* * *
La nuestra es una época indisciplinada. Las disciplinas antiguas se vienen abajo ... Sobre todo, se hace burla de la disciplina de la gracia como legalismo, o es totalmente ajena para una generación que, en gran medida, es analfabeta en las Escrituras. Necesitamos la fuerza resistente del carácter cristiano que solo puede provenir de la disciplina.
V. RAYMOND EDMAN
La disciplina sin rumbo es un trabajo pesado.
Imagínese a Kevin, de seis años, cuyos padres lo inscribieron en clases de música. Todas las tardes, después de la escuela, e incitado por su madre, camina encorvado a la sala y rasguea las canciones que tiene que practicar pero que no le gustan, mientras mira a sus compañeros que juegan al béisbol en el parque al otro lado de la calle. Así es la disciplina sin rumbo; es un trabajo pesado.
Ahora imagine que a Kevin lo visita un ángel una tarde mientras él practica la guitarra. En una visión, es transportado al Carnegie Hall. El ángel le muestra a un guitarrista virtuoso que está dando un concierto. Generalmente lo aburre la música clásica, pero Kevin está asombrado por lo que ve y escucha. Los dedos del músico bailan sobre las cuerdas con fluidez y elegancia. Kevin piensa en lo ineptas y toscas que se sienten sus propias manos cuando se detienen y vacilan sobre las cuerdas. El virtuoso mezcla notas nítidas y altas en un aroma musical que flota desde su guitarra. Kevin recuerda la disonancia, monótona e irritante, que sale torpemente de la suya.
Pero Kevin está cautivado. Su cabeza se inclina hacia un costado mientras escucha. Absorbe todo. Nunca imaginó que alguien pudiera tocar así la guitarra.
— ¿Qué te parece, Kevin? — pregunta el ángel.
La respuesta es el «¡Va-ya!» suave y lento de un niño de seis años.
La visión se esfuma y el ángel está nuevamente de pie frente a Kevin en la sala de su casa.
— Kevin — dice el ángel —, el músico maravilloso que viste eres tú dentro de unos años. — Luego, señalando la guitarra, el ángel declara —: ¡Pero tienes que practicar!
De pronto, el ángel desaparece y Kevin se encuentra solo con su guitarra. ¿Cree usted que su actitud hacia la práctica será diferente ahora? Siempre y cuando recuerde en qué va a convertirse, la disciplina de Kevin tendrá un rumbo, una meta que lo encaminará hacia el futuro. Sí, implicará un esfuerzo, pero difícilmente podría llamársele trabajo pesado.
Cuando se trata de la disciplina en la vida cristiana, muchos creyentes se sienten como se sentía Kevin con respecto a la práctica de la guitarra: es una disciplina sin rumbo. La oración amenaza ser un trabajo pesado. El valor práctico de meditar en las Escrituras parece incierto. El verdadero propósito de una disciplina como el ayuno a menudo es un misterio.
Primero tenemos que entender en qué nos convertiremos. La Biblia dice acerca de los elegidos de Dios: «Pues Dios conoció a los suyos de antemano y los eligió para que llegaran a ser como su Hijo» (Romanos 8:29). El plan eterno de Dios asegura que cada cristiano, al final, llegará a ser como Cristo. Seremos transformados «cuando Cristo venga» de manera que «seremos como él» (1 Juan 3:2). Si usted ha nacido de nuevo (vea Juan 3:3-8), eso no es una visión; ese es usted, cristiano, tan pronto como «Cristo venga».
Entonces, ¿por qué hablar de disciplina? Si Dios ha predestinado que seamos como Cristo, ¿en dónde encaja la disciplina? ¿Por qué no simplemente nos desplazamos hasta la prometida semejanza a Cristo y nos olvidamos de la disciplina?
Aunque Dios nos concederá la semejanza a Cristo cuando Jesús vuelva, mientras tanto, él quiere que crezcamos hacia ella. No debemos simplemente esperar la santidad; debemos buscarla. «Busquen la paz con todos», se nos ordenó en Hebreos 12:14 (nvi), «y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor». Preste especial atención a lo que dice: Sin la santidad, es decir, la semejanza a Cristo o la piedad, nadie verá al Señor, sin importar cuántas veces haya ido a la iglesia, con qué frecuencia se haya involucrado en actividades religiosas ni cuán espiritual crea que es.
Es crucial, crucial, entender que no es nuestra búsqueda de la santidad lo que nos habilita para ver al Señor. Más bien, el Señor mismo es el que nos habilita para ver al Señor, no las cosas buenas que hacemos. Nosotros no podemos producir la rectitud suficiente para causarle una buena impresión a Dios y ganar la entrada al cielo. En cambio, podemos presentarnos ante Dios únicamente con la rectitud que alguien más, Jesucristo, logró. Solo Jesús vivió una vida lo suficientemente buena para ser aceptado por Dios y ser digno de entrar al cielo. Y pudo hacerlo porque él era Dios encarnado. Tener una vida perfecta lo habilitó para ser el sacrificio que el Padre acepta en representación de otros que, por el pecado, se descalifican a sí mismos para el cielo y para tener una relación con Dios. Como prueba de que Dios aceptó la vida y el sacrificio de Jesús, Dios lo resucitó de entre los muertos. En otras palabras, Jesús vivió una vida perfectamente recta, en completa obediencia a los mandamientos de Dios, y lo hizo para darles el mérito de toda esa obediencia y rectitud a aquellos que no habían cumplido con toda la Ley de Dios, y murió por ellos en una cruz romana para recibir el castigo que merecían por todos sus pecados contra la Ley de Dios.
Como consecuencia, todos los que se acercan a Dios confiando en que la persona y la obra de Jesús arreglan su situación con Dios reciben al Espíritu Santo (vea Efesios 1:13-14). La presencia del Espíritu Santo hace que todos aquellos en los que él mora tengan nuevos deseos santos que antes no tenían. Por ejemplo, desean la Santa Palabra de Dios, la Biblia, que solía resultarles aburrida o irrelevante. Tienen nuevos anhelos santos, como el anhelo de vivir en un cuerpo sin pecado y de tener una mente que ya no sea tentada por el pecado. Ansían vivir en un mundo santo y perfecto, con personas santas y perfectas, y ver, al fin, al Único al que los ángeles alaban perpetuamente diciendo: «santo, santo, santo» (Apocalipsis 4:8). Esto es parte del corazón de todas las personas en las que habita el Espíritu Santo. Por consiguiente, cuando el Espíritu Santo vive dentro de alguien, esa persona comienza a valorar y a buscar la santidad. De esa manera, como vimos en Hebreos 12:14, el que no se esfuerce por la santidad, no verá al Señor. La razón por la que esa persona no verá al Señor en la eternidad es porque ahora no conoce al Señor, pues quienes lo conocen reciben su Espíritu Santo, y todos aquellos en quienes mora el Espíritu Santo se ven impulsados a buscar la santidad.
Por lo tanto, la pregunta apremiante que cada cristiano debería hacerse es: «¿Cómo, entonces, debo dedicarme a la santidad, la santidad sin la que no veré al Señor? ¿Cómo puedo llegar a ser más semejante a Jesucristo?».
En 1 Timoteo 4:7 encontramos una respuesta clara: «Disciplínate a ti mismo para la piedad» (lbla). En otras palabras, si su meta es la piedad — y la piedad es su meta si el Espíritu Santo mora en usted, pues él hace que la piedad sea su propósito — ¿cómo puede, entonces, perseguir ese propósito? De acuerdo con este versículo, usted se disciplina a sí mismo para la piedad.
Este versículo es el tema de todo el libro. En este capítulo intentaré desarrollar su significado; el resto del libro es un esfuerzo por aplicarlo de maneras prácticas. Me referiré a las formas bíblicas con las que los cristianos se disciplinan a sí mismos en obediencia a este versículo como Disciplinas Espirituales. Sostendré que el único camino a la madurez y a la piedad cristiana (término bíblico, sinónimo de ser como Cristo y santidad) pasa por la práctica de las Disciplinas Espirituales. Haré énfasis en que la piedad es la meta de las Disciplinas y que, cuando recordamos esto, las Disciplinas Espirituales se convierten en un deleite, en lugar de un trabajo pesado.
LAS DISCIPLINAS ESPIRITUALES: ¿QUÉ SON?
Las Disciplinas Espirituales son aquellas prácticas que se encuentran en las Escrituras que promueven el crecimiento espiritual entre los que creen en el evangelio de Jesucristo. Son los hábitos de devoción y cristianismo experiencial que el pueblo de Dios ha practicado desde los tiempos bíblicos. Las Disciplinas podrían describirse de varias maneras.
En primer lugar, la Biblia recomienda las Disciplinas Espirituales tanto personales como interpersonales. Este libro trata sobre las Disciplinas Espirituales personales, pero estas no son más importantes que las Disciplinas Espirituales interpersonales, aunque se haga énfasis en ellas más frecuentemente en gran parte de la literatura sobre el crecimiento espiritual. De manera que, aunque ciertas Disciplinas se practican a solas, algunas son para practicarlas con otras personas. Las primeras son Disciplinas Espirituales personales, y las segundas son Disciplinas Espirituales interpersonales. Por ejemplo, los cristianos deben leer y estudiar la Palabra de Dios a solas (Disciplinas Espirituales personales), pero también deben escuchar la lectura de la Biblia y estudiarla con la iglesia (Disciplinas Espirituales interpersonales). Los cristianos tienen que adorar a Dios en privado, pero también deben adorarlo públicamente con su pueblo. Algunas Disciplinas Espirituales, por su naturaleza, se practican a solas, como el llevar un diario, el retiro y el ayuno (aunque a veces los individuos participen en un ayuno congregacional). Otras Disciplinas son congregacionales por naturaleza, como fraternizar, escuchar la predicación de la Palabra de Dios y la participación de la Cena del Señor, todo lo cual requiere de la presencia de varias personas.
Tanto las Disciplinas personales como las interpersonales son instrumentos de bendición para los seguidores de Jesús y son parte del crecimiento en la piedad, pues la Biblia enseña ambas. Además, Jesús practicó las dos, y el propósito de practicar las Disciplinas es llegar a ser como Jesús. De esa manera, por ejemplo, la Biblia nos dice, al menos en cuatro oportunidades, que Jesús se quedó a solas para orar (Mateo 4:1; 14:3; Marcos 1:35; Lucas 4:42), practicando, de este modo, las Disciplinas Espirituales personales. Además, en Lucas 4:16 se nos dice que «según su costumbre, [Jesús] entró en la sinagoga el día de reposo» (lbla), involucrándose así en las Disciplinas Espirituales interpersonales.
Tal vez cada uno de nosotros se inclina un poco más hacia las Disciplinas que se practican individualmente, o a las que se practican en grupo. Algunos, por ejemplo, quizá piensan que pueden ser todo lo que Dios quiere que sean aun sin la iglesia local, solo practicando fielmente las Disciplinas Espirituales personales. Otros quizá se engañen creyendo que pueden progresar espiritualmente lo suficiente si se comprometen mucho en la vida de su iglesia y piensan que, de alguna manera, su participación en actividades eclesiásticas significativas compensará la falta de una vida de devoción personal. Sin embargo, inclinarnos demasiado hacia nuestra propia predisposición personal nos desestabilizará y deformará nuestra búsqueda de la santidad. Los cristianos son individuos, pero también son parte del cuerpo de Cristo. Experimentamos a Dios y crecemos en su gracia por medio de las Disciplinas Espirituales personales así como de las interpersonales. Entonces, aunque este libro trata de las Disciplinas Espirituales personales, entienda que la semejanza a Cristo también requiere la búsqueda de Dios a través de las Disciplinas Espirituales interpersonales.
Segundo, las Disciplinas Espirituales son actividades, no actitudes. Las Disciplinas son prácticas, no atributos del carácter, manifestaciones de la gracia o «fruto del Espíritu» (Gálatas 5:22-23, nvi). Las Disciplinas son cosas que usted hace, como leer, meditar, orar, ayunar, adorar, servir, aprender, etcétera. El objetivo de practicar una Disciplina en particular, desde luego, no tiene que ver tanto con hacer como con ser, es decir, ser como Jesús. Pero la manera bíblica de crecer para ser más como Jesús es mediante el hacer las Disciplinas Espirituales bíblicas con la motivación apropiada. Observe nuevamente: «Disciplínate a ti mismo para la piedad». La piedad — ser como Jesús — es el propósito, pero el camino dado por Dios para ese propósito es a través de determinadas actividades que se encuentran en las Escrituras, conocidas como las Disciplinas Espirituales. Para decirlo de otra manera, hay prácticas específicas que debemos hacer algunas veces que cultivan, en general, el ser como Jesús todo el tiempo. Entonces, ayunar es una Disciplina Espiritual porque es algo que usted hace. El gozo, estrictamente hablando, no es una Disciplina Espiritual porque es algo que usted siente, no algo que hace. El ayuno en sí no es el objetivo; más bien, el gozo es parte del objetivo de ayunar porque el gozo es una cualidad que refleja a Cristo. El gozo no le llega si usted es espiritualmente pasivo; más bien, el gozo se cultiva; pero el gozo se cultiva con las cosas que usted hace. Y las «cosas que hace» que cultivan el gozo que refleja a Cristo son las Disciplinas Espirituales.
Tercero, quiero limitar el tema de este libro a aquellas Disciplinas Espirituales que son bíblicas; es decir, a las prácticas que la Biblia enseña o expone. Sin esta limitación, nos exponemos a llamar Disciplina Espiritual a cualquier cosa que nos guste. En ese sentido, alguien podría afirmar: «La jardinería es una Disciplina Espiritual para mí», o «hacer ejercicio es una de mis Disciplinas Espirituales», o afirmar que algún otro pasatiempo o hábito placentero es una Disciplina Espiritual válida. Uno de los problemas que tiene ese enfoque es que puede tentar a las personas a aseverar algo como: «Quizá a usted le sirva la meditación en las Escrituras, pero la jardinería es tan buena para mi alma como la Biblia lo es para la suya». Y el resultado es que prácticamente cualquier cosa puede definirse como una Disciplina Espiritual y, peor aún, significa que nosotros mismos determinamos cuáles son las mejores prácticas para nuestra salud espiritual y nuestra madurez, en lugar de aceptar las que Dios ha revelado en las Escrituras. Creo que se puede argumentar, en mayor o menor grado a favor de cada una, que las siguientes Disciplinas Espirituales personales se recomiendan en las Escrituras: el estudio de la Biblia, la oración, la adoración, la evangelización, el servicio, la mayordomía, el ayuno, el silencio y el retiro, el escribir un diario y el aprendizaje. ¿Es una lista exhaustiva? No, no me atrevería a afirmarlo. Un sondeo de otras publicaciones sobre el tema revelaría otras posibles candidatas a considerarse como Disciplinas Espirituales bíblicas que practican los cristianos individualmente. Pero sí creo que puede argumentarse que las consideradas en estas páginas son las más destacadas en las Escrituras.
Cuarto, este libro sostiene que las Disciplinas Espirituales que se encuentran en las Escrituras son suficientes para conocer y experimentar a Dios, y para crecer en la semejanza a Cristo. Esto se basa en el hecho de que «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra» (2 Timoteo 3:16-17, NVI). Estos versículos nos dicen que las Escrituras, por ser inspiradas por Dios, dan la guía que los cristianos necesitamos para estar «enteramente [capacitados] para toda buena obra», incluyendo la buena obra de buscar la piedad. Así que, lo menos que podemos decir de cualquier otra cosa que una persona pueda afirmar sobre los beneficios espirituales que recibe de una práctica que no está en la Biblia, es que esa actividad no es necesaria. Si fuera necesaria para la madurez espiritual y para el progreso en la santidad, habría sido registrada y promovida en las Escrituras.
(Continues...)
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