Read an Excerpt
Secreto De Selena (Selena’s Secret) CAPÍTULO 1 El 31 de marzo de 1995: Se apagó una estrella
—¡Le han disparado a Selena! —gritó alguien. Yo lo escuché cuando venía por un pasillo de Univision, poco después de las dos de la tarde. Iba camino a la sala de redacción del Departamento de Noticias de la cadena, donde están las oficinas de mi programa Primer Impacto. En un principio, entendí equivocadamente que la víctima del balazo había sido Selegna, una psíquica bastante conocida en Miami, que a menudo sale por televisión. De inmediato pensé que se trataba de una conspiración, de un plan organizado para acabar con psíquicos y astrólogos, pues hacía una o dos semanas, en esta misma ciudad, habían asesinado a tiros a una astróloga que tenía un programa de radio. A lo mejor se trataba de un asesino en serie molesto con su horóscopo. Ya la ciudad de Nueva York contaba con el llamado asesino del zodíaco, a quien bautizaron así después que amenazó con matar a una persona al comienzo de cada signo zodiacal. En fin, ésa es la manera lógica de llegar a conclusiones después de trabajar tantos años en un programa como el mío, en el que presentamos las noticias más insólitas del mundo.
Entré en la sala de noticias con la adrenalina a millón y les pedí a las productoras que contactaran de inmediato a Walter Mercado, el internacionalmente famoso astrólogo que está a cargo del segmento del horóscopo de nuestro show, para que nos diera su reacción ante lo que estaba pasando. Todas me miraron extrañadas, no sabían a qué yo me estaba refiriendo. María López, la productora ejecutiva de Primer Impacto, me había estado observando de lejos y sin yo tener que explicarme, supo lo que estaba pasando por mi mente. Parece que el cerebro de ella funciona de una manera parecida. Se me acercó para dejarme saber que yo había escuchado mal y poner en claro la verdadera identidad de la victima. “No es Selegna. Es Selena, la reina del Tex-Mex . . . y parece que la cosa es seria”.
Tan pronto como María terminó de pronunciar esas palabras, todos nos quedamos en silencio. Mis compañeros se habían enterado de la noticia apenas unos segundos antes que yo y todavía no se recuperaban. Selena había estado en nuestro programa varias veces como artista invitada, la última vez, hacía apenas tres semanas. Esta vez la víctima no era un nombre sin rostro, sino alguien que conocíamos. A todos nos caía bien porque a pesar de su fama nunca tenía actitudes de superestrella. Al contrario, era muy sencilla.
No había pasado un instante, cuando reaccionamos. ¡Había que interrumpir la programación de inmediato para dar a conocer el suceso! Nuestro compromiso profesional tenía prioridad, en ese momento, sobre cualquier sentir a nivel personal.
Una extraña electricidad se apoderó del grupo. Es esa corriente especial que azota a todo periodista cuando está frente a una noticia impactante. Un voltaje instantáneo que nos sirve de gasolina para trabajar largas horas con entusiasmo, sin importar el cansancio, ni el hambre. Ese día lo íbamos a necesitar.
Empujados por esa energía indescriptible, todos entramos en acción. En quince segundos yo estaba sentada en el escritorio del noticiero Univision, frente a las cámaras ubicadas en la misma sala de noticias. No me hubiese dado tiempo de correr al estudio donde se realiza Primer Impacto, al otro lado del edificio. Ante una noticia así no se puede desperdiciar ni un segundo más de lo estrictamente necesario. Mientras me ponía el micrófono a toda velocidad y me colocaba el IFB en la oreja, se hacían las gestiones para romper la programación. El IFB es un cable que nos permite escuchar instrucciones de la productora y del director, que se encuentran en la sala de control. Ese mágico aparato nos ha salvado la vida infinidad de veces cuando, como en este caso, entra una noticia de último momento y es necesario improvisar.
Recuerdo haber dado vuelta y ver a un ejército de personas pegadas al teléfono, buscando frenéticamente todos los detalles sobre lo que estaba pasando con Selena. Había una gran tensión. Estábamos corriendo contra el reloj, tratando de salir con la noticia antes que nadie. La meta era incluir la mayor cantidad de información posible en ese primer boletín. Sabíamos que Selena había sido baleada en un motel de Texas y que luego la habían llevado al hospital, donde estaba siendo operada de emergencia. Aparte de eso, todo era un misterio. No habían pasado ni diez minutos desde que primero escuché la noticia, hasta que salí al aire en vivo, para anunciar lo que habíamos confirmado hasta el momento: “Buenas tardes, les habla María Celeste Arrarás. Interrumpimos el programa que están viendo para informarles que Selena Quintanilla Pérez, la cantante del grupo Los Dinos, ha recibido un balazo y se encuentra en condición crítica en el Memorial Medical Center de Corpus Christi. En este preciso momento está siendo intervenida quirúrgicamente. Selena fue víctima del disparo en el motel Days Inn de esa ciudad, aún se desconocen los detalles del incidente. La información está entrando por cuentagotas. Tan pronto sepamos más sobre lo que pasó en el hospedaje y sobre el estado de salud de la cantante, regresamos con ustedes”. Lo logramos; fuimos los primeros. Normalmente, éso es motivo de celebración y orgullo, pues en el mundo de las noticias, tener credibilidad es lo más importante y eso sólo se consigue estando a la vanguardia, con la información más precisa. Pero en esta ocasión la victoria era agridulce porque la noticia no podía ser más triste, ni tocarnos más de cerca.
Terminado el boletín informativo, fui a mi computadora. Ni siquiera las agencias noticiosas, que le dan servicio a todos los medios, se habían enterado, pues todavía no había nada en los cables de prensa sobre lo que estaba pasando en Texas. Eso quería decir que le llevábamos una gran delantera a todo el mundo.
Los teléfonos de Univision no dejaban de sonar. La gente llamaba incrédula, con la esperanza de que le dijéramos que habíamos cometido un error. A estas alturas, ni siquiera nosotros imaginábamos que estábamos ante la noticia más importante del año para los hispanos.
Los miembros de nuestro equipo no daban abasto buscando videos de Selena, llamando al motel Days Inn, al hospital, a la casa de la cantante, a su boutique, a sus amigos, a sus parientes. Las informaciones eran contradictorias.
Volví a sentarme en el escritorio del Noticiero Univision. Otra vez me conecté a todos los aparatos de comunicación. Me puse a hacer apuntes sobre lo que sabía de la carrera musical de Selena. Quería estar preparada en caso de que hubiese algún desarrollo importante, y gracias a esa iniciativa, lo que vino a continuación no me tomó desprevenida. Pasaron un par de minutos, cuando la productora a cargo del programa ese día me informó: “Hay malas noticias, del hospital nos dicen que Selena está peor”. La vicepresidenta de noticias, Alina Falcón, dio órdenes para que interrumpiéramos nuevamente la programación regular. Fue una decisión trágicamente acertada. En el momento preciso en que abrí la boca para hablar sobre esta “noticia de último momento”, y cuando estaba a punto de decir que Selena estaba herida, la productora me confirmó al oído, justo a tiempo, lo que todos temíamos: “Está muerta”.
Esas dos palabras me dejaron fría por dentro, como si me hubiesen tirado encima un cubo de agua helada. Muchos sentimientos y pensamientos pasaron por mi mente en un milésimo de segundo. Aún así, reaccioné rápidamente. Ni mi cara, ni mis palabras me traicionaron. Me escuché a mi misma anunciar que Selena había fallecido.
Cuando terminó el boletín especial, lo primero que pensé fue en lo joven que era Selena. ¡Tenía sólo veintitrés años! ¿Qué pudo haber sucedido? Una ola de rumores entró de golpe en los próximos minutos. Escuchamos cosas terribles. Alguien oyó una conversación en la frecuencia de radio interna de la policía de Corpus Christi durante la cual unos oficiales decían que todo se debió a un triángulo amoroso entre Selena y el también casado cantante de música Tex-Mex Emilio Navaira. Supuestamente, la esposa de éste le había disparado a Selena tras sorprenderlos abrazados en el motel. El rumor se comentó en unas estaciones de radio, pero pronto se descartó como incierto. Luego, se rumoreó que la había matado su ayudante en un episodio con ciertos visos de lesbianismo. Nada dijimos de estas barbaridades hasta tener claro qué había sucedido. Nunca sucumbimos ante la tentación de repetir cosas a la ligera, sólo para agrandar la noticia. Por eso me siento orgullosa de que en nuestro programa nunca se dijo nada que no fuese estrictamente cierto. Mi equipo comparte esos valores periodísticos, y aunque hay quien dice que nuestro programa es sensacionalista, ese día probamos —una vez más— que, ante todo, Primer Impacto es responsable.
A media tarde, sí que extrañé a mi querida compañera de programa Myrka Dellanos-Loynaz. ¡Dio la casualidad que ese día estaba libre! Cuando hay dos presentadores, en una situación como ésta, la carga es mucho más llevadera. No sólo se divide el trabajo, sino que al momento de ir al aire con el programa en vivo, es mucho más fácil salir de un aprieto. Cuando ella y yo dialogamos, mientras una habla la otra piensa lo que va a decir, o escucha instrucciones por el IFB. Cuando es una persona sola, y es necesario improvisar porque hay un cambio de última hora o una nueva información, uno tiene que simultáneamente concentrarse en lo que está diciendo y escuchar las órdenes que le imparten al oído desde la sala de control. Creánme, es un arte escuchar y hablar al mismo tiempo, y que lo que uno está diciendo suene lógico y coherente. Es luego de años de entrenamiento, que se logra obtener esa habilidad.
En un momento dado recibimos la llamada de la reportera que habíamos enviado al motel Days Inn. Acababa de confirmar que a Selena le disparó la mujer que administraba su negocio de ropa. Su nombre era Yolanda Saldívar. Había más: en ese preciso momento, la sospechosa estaba parapetada dentro de una camioneta, en el estacionamiento del hospedaje. Tenía una pistola apuntando a su cabeza y amenazaba con matarse.
Las productoras se movilizaron. Buscaban conseguir a toda prisa un satélite desde Corpus Christi para sacar imágenes en vivo desde el Days Inn. Esta vez, para ahorrar tiempo, transportamos una cámara de televisión hasta mi escritorio, localizado en la misma sala de redacción, y desde allí transmitimos en vivo un boletín especial para dar a conocer la nueva información. Se vio tan dinámico, que hicimos los demás boletines desde el mismo sitio. Lo bueno de hacerlos desde allí era que tenía la computadora al alcance de la mano y podía seguir trabajando en el libreto para el programa de esa tarde. No tenía ni que moverme y si durante un boletín salía algún dato nuevo, podía leerlo directamente de la pantalla de mi computadora e incluirlo en esa transmisión.
Cuando faltaban unos pocos minutos para el comienzo de Primer Impacto, pasé por la sala de control, camino al estudio. Todo era una locura. Entraban tantos cables de prensa al mismo tiempo que la máquina que los imprime parecía una cascada de papel. Los teléfonos sonaban sin parar. El director impartía instrucciones. En las diferentes pantallas de televisión podía ver a una decena de nuestros reporteros preparándose para salir en vivo durante el programa. Esperaban su turno frente a la boutique de Selena en Corpus, frente a su tienda de San Antonio, en el hospital, frente a la casa de la cantante. Nuestro corresponsal en Los Ángeles ya tenía a varias personas en fila, esperando para dar su reaccción ante lo acontecido. María López atendía dos teléfonos a la vez, dando órdenes a cada uno de los bureaus de Primer Impacto en Texas que tenía en línea. Ella colgó abruptamente uno de los auriculares, dio un golpe sobre la mesa con su puño y le dijo a la persona que atendía en la otra llamada: “¡Quiero imágenes en vivo del parapetamiento, ahora mismo; tenemos que empezar con eso!”. Para hacer su trabajo, una productora ejecutiva debe tener un carácter fuerte y para nuestra suerte, a ella le sobra.
Caminé hasta el estudio, sabiendo que el libreto que tenía en la mano, y en el que había trabajado toda la tarde, tal vez no me serviría de nada. Programas así, no se pueden planificar, pues la noticia continúa desarrollándose. Una vez en el escritorio de Primer Impacto, respiré profundamente. Estaba lista para lo que me esperaba. Estos momentos de tensión e incertidumbre son los más emocionantes de nuestra profesión, y para mí, un reto fascinante. Es una pena que todo fuera a raíz de una pérdida tan grande, pero por desgracia casi siempre es así. Las noticias de envergadura son usualmente trágicas.
Al tope de la hora, abrimos la edición. Durante los titulares del programa, María me advirtió que teníamos un problema de sonido con la señal del satélite de Corpus. Si no lográbamos resolverlo a tiempo, empezaríamos con nuestro corresponsal en San Antonio. No era lo ideal, pero parecía no quedar otro remedio. Cuando comencé a hablar sobre los eventos de la tarde, me dijeron por el IFB que “alargara” porque estaban a punto de corregir el problema con la señal. “Alargar” es jerga televisiva para “improvisar”, para matar el tiempo hablando en lo que se resuelve un problema técnico. Ese es otro “arte” que hay que dominar frente a las cámaras. Por suerte, fue sólo cuestión de segundos. Tan pronto la productora me dijo las palabras mágicas: “Estamos listos, vamos con el motel” presenté a nuestra reportera apostada allí. Fue impresionante ver la escena en el Days Inn. Decenas de policías, armados hasta los dientes, rodeaban un vehículo. De lejos, apenas se podía distinguir a la pequeña mujer que estaba adentro.
En el área del parapetamiento la policía tenía a la prensa al márgen de lo que estaba pasando. Ahora entiendo por qué. Las negociaciones para que Yolanda Saldívar se entregara no avanzaban. Ella se mantenía en comunicación con los agentes a través de un teléfono celular que estaba instalado en la camioneta, pero en la otra mano seguía apretándo el revólver contra la sien. En más de una ocasión pidió que sacaran de allí las cámaras de televisión. Meses más tarde, durante el juicio en su contra, se supo verdaderamente cuán tensas y dramáticas fueron las conversaciones entre la sospechosa y los oficiales. Esa tarde, nadie imaginaba que Yolanda estaba haciendo declaraciones impactantes dentro de la camioneta y, menos aún, que todo estaba siendo grabado.
En el mismo Corpus Christi nos fuimos en vivo a otro local, con la conferencia de prensa de un personaje hasta ese momento poco conocido: Abraham Quintanilla, el padre de Selena. Quebrado por el dolor, manteniendo apenas la compostura, confirmó lo que ya sabíamos y respondió a las preguntas de algunos reporteros. Afirmó que la principal sospechosa era empleada de su hija y declaró que desde hacía un tiempo tenían problemas con ella porque les estaba robando. A simple vista todo parecía muy sencillo. La verdad, como verán, era mucho más complicada.
De ahí fuimos en vivo a otras partes de Texas y a California, donde la gente también lloraba por Selena. En la sala de control estaban maniobrando con todos los satélites, para sacarlos todos a tiempo sin que se acabara la “ventana” de tiempo que permite su transmisión. En otro segmento del programa hablamos en vivo con un afligido miembro de los Barrio Boyzz, el grupo musical hispano con el que Selena había grabado un video hacía poco. Lo localizamos en Puerto Rico. Su voz entrecortada hizo evidente que se acababa de enterar de la noticia.
En medio del corre y corre, un productor entró a la sala de control con un video exclusivo, nunca antes visto, para que lo pasáramos en el programa. Alguien había desenterrado la cinta de la videoteca de nuestra emisora afiliada en Corpus Christi, Texas, y acababan de enviárnosla vía satélite. En el video, que había sido filmado hacía unos meses, aparecen Selena y Yolanda durante la inauguración de una de las boutiques de ropa de la cantante, Selena Etc. Las imágenes apenas duran unos doce segundos, pero durante ese tiempo las protagonistas parecen experimentar una amplia gama de emociones. Se les ve solas, en un rincón, hablándose al oído. Selena parece estar compartiendo una confidencia con Yolanda. Se ve como Yolanda primero reacciona con seriedad, sorpresa, y finalmente con diversión. Viéndolas así, cuchicheando y riendo, era fácil determinar que entre ellas exisitía una gran compenetración. Pero, ¿Cuál era el secreto? ¿De qué hablaban tan misteriosamente? Pasamos el video en cámara lenta y su efecto fue escalofriante. Se veían tan unidas, tan amigas . . . y pensar que hacía sólo unas horas, una de ellas había acabado con la vida de la otra! ¿Quién lo diría? Aún hoy, después de tanto tiempo, cuando veo esa cinta se me pone la piel de gallina. Sin duda, demuestra que una imagen vale más que mil palabras.
Al ver la interacción de ambas en el video, los rumores de lesbianismo entre las dos aumentaron. Aquéllos que no conocían a los protagonistas de este drama y no tenían idea de lo que había sucedido, llegaban a sucias conclusiones, sólo porque el disparo ubicó a dos mujeres en el cuarto de un motel. “A mí me parece que ahí hubo algo raro . . .”. escuché decir a un amigo técnico que operaba una de las cámaras del estudio, durante una pausa comercial. Me molestó, no sólo el comentario en sí, sino también porque detecté en su tono cierto goce morboso ante la suposición. Sentí que otro camarógrafo vecino me leyó el pensamiento porque lo cortó de mala manera: “Ay, chico, déjate de cosas . . . ¡qué mente tan podrida!”.
En resumen, le dedicamos el programa en su totalidad al tema de la muerte de Selena. Hasta nuestro meteorólogo, John Morales, que estaba como siempre enfrascado en sus satélites y pronósticos y no se había enterado de lo que había pasado, tuvo que hacer a última hora un análisis del tiempo en Corpus Christi. Esa noche iba a llover . . .
Para cerrar, repetimos una porción de esa entrevista que le habíamos hecho a Selena unas semanas antes. Irónicamente, se había convertido en el último reportaje que ella concedió en vida. Verla en esas imágenes hablar de sus planes futuros, le daba una dimensión inesperada, le helaba la sangre a cualquiera. Recuerdo que habló de la casa de sus sueños. Había comprado diez acres de terreno en Corpus, cerca de unos jardines botánicos y describió como en los atardeceres, cientos de pájaros pasaban volando. Quería construirla mirando a un lago localizado dentro de la propiedad porque “era la vista más romántica”. Ya nunca podría ser.
Gracias a Dios, el programa salió, como decimos en nuestro negocio, “limpio”, que quiere decir sin errores técnicos. El público jamás supo que estuvimos caminando sobre el filo de una navaja de principio a fin.
Las horas que Yolanda estuvo parapetada se hicieron interminables. Nosotros estábamos listos para un desenlace en cualquier momento. Como nuestra edición nacional no se ve en California sino hasta tres horas después, siempre que hay nuevos desarrollos en una noticia importante, trabajamos hasta más tarde para ir en vivo con la costa oeste. En este caso, era imprescindible hacerlo. Por eso hicimos un programa completamente nuevo para nuestra audiencia en la costa oeste. Pero, cuando terminamos, a las nueve de la noche hora de Miami, las negociaciones entre la policía y Yolanda todavía continuaban.
Para colmo, nos salimos de una para meternos en otra. Como era viernes, tuvimos que empezar a preparar de inmediato un especial sobre lo sucedido para nuestra próxima edición nocturna del martes. Lo primero que hicimos, fue mandar al entonces encargado del segmento de espectáculos de nuestro show, Mauricio Zeilic, a Corpus Christi a cubrir la nota de los funerales. A pesar de que él prefería que le avisaran con tiempo cuando iba a viajar, para mentalizarse contra su habitual pánico a los aviones, pudo controlar sus miedos frente a una noticia de tanta importancia. “¿Cuándo salgo?”, preguntó mansito. A las pocas horas estaba por los aires, como todo un profesional.
A renglón seguido, citamos a todos nuestros corresponsales en México y los Estados Unidos, para trabajar el fin de semana. Los hechos nos obligaban a tener la más amplia cobertura.
Como siempre pasa, una vez terminadas las transmisiones, todavía estábamos un poco agitados. Toma tiempo bajar de ese viaje de adrenalina. Pero cuando todo volvió a la normalidad, tuve tiempo de meditar. No podía borrar de mi mente aquella imagen de Selena y Yolanda, hablándose en privado y riendo como mejores amigas. Me repetía las preguntas una y otra vez: ¿Quién era esa misteriosa mujer y por qué le había disparado a una muchacha tan dulce y carismática? ¿Qué pasó dentro de la habitación 158 del motel Days Inn? ¿Cuál fue el factor que provocó esta tragedia? En ese momento me propuse dar con las respuestas. Nunca pensé que me tomaría tanto tiempo encontrarlas.
Pasadas las diez de la noche hora del este, escuché un grito tan penetrante como el que por la tarde anunció que a Selena le habían disparado. “¡Ya se entregó!”. Me di vuelta a la pared de nuestra redacción donde hay unos veinte televisores y vi a Yolanda multiplicada en todas las pantallas. La policía le tiró una chaqueta encima para protegerla de las cámaras y de la lluvia. John Morales había acertado. Estaba diluviando.
Aunque los oficiales la subieron a toda velocidad en una patrulla y se la llevaron, cada segundo pareció una eternidad.
En ese instante, presentí que éste no era el fin, sino el comienzo de la historia.