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Famosas Parejas de la Biblia
By Richard Strauss Zondervan
Copyright © 2002 Zondervan
All right reserved. ISBN: 0-8297-3480-5
Chapter One
Y la luna de miel se acabó La historia de Adán y Eva Toda luna de miel es un tiempo delicioso. La expresión en sí parece destilar esa frescura y emoción del amor de la juventud. Parece acuñada para dar la idea de que la primera luna o sea, el primer mes de matrimonio es la más dulce y la que más satisface. Aunque no es precisamente así como debería ser. A Dios le complacería que los matrimonios mejoraran con el paso del tiempo. Cada nuevo mes debería ser más dulce y más satisfactorio que el anterior. Desafortunadamente, algunos matrimonios resultan ser exactamente lo que implica la frase "luna de miel". El primer mes fue el mejor y a partir de entonces, todo empezó a decaer. Si fijamos la mirada en la Palabra de Dios, quizás podamos invertir el proceso.
Las Escrituras no lo dicen de modo específico, pero tengo la sensación de que para Adán y Eva la luna de miel habrá durado mucho más de un mes. Solo Dios sabe cuántos meses o años de puro éxtasis abarcan los capítulos dos y tres de Génesis. Pero no ha habido relaciones humanas que hayan sobrepasado jamás la de ellos en aquellos primeros días de purísimo júbilo y gozo arrebatador. Este fue, sin duda alguna, el matrimonio perfecto.
Simplemente consideremos que si algún matrimonio se hizo en el cielo, este lo fue. Algo perfectamente planeado y llevado a cabo por un Dios perfecto. Primero esculpió a Adán (Génesis 2:7). Moldeado por el Supremo Hacedor, sin duda Adán tuvo un físico sin defecto y facciones de viril apostura. Y fue creado a la propia imagen de Dios (Génesis 1:27). Eso quiere decir que tenía una personalidad a semejanza de Dios, intelecto perfecto, emociones perfectas y voluntad perfecta. Poseía una mente brillante, no degenerada por el pecado. Sus emociones sin defecto, incluían un amor tierno y desinteresado, amor de Dios mismo. Y poseía una voluntad en completa armonía con los propósitos de su Creador. Mujeres, ¿no quisieran alguien así? ¡Alguien física, mental, emocional y espiritualmente perfecto!
Pero empecemos por Eva. "Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre" (Génesis 2:21,22). Adán debe de haber contemplado a Eva con asombro y reconocimiento. Producto supremo del genio creativo de Dios, era ella gracia y belleza sin defecto; hermosura pura de rostro y formas.
Modelada por las manos del mismo Dios, Eva solo podía ser la criatura más primorosa que hubiera caminado jamás sobre la faz de la tierra. Y, al igual que Adán, ella fue hecha a la imagen de Dios. Ni su mente, ni sus emociones, ni su voluntad estaban afectadas por el pecado. ¿Qué hombre no buscaría una mujer como esa?
Adán reconoció inmediatamente lo que ella y él tenían en común. "Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada" (Génesis 2:23). Parece que sin haber recibido ninguna revelación especial de parte de Dios, Adán supo instintivamente que Eva fue hecha de él, parte de él, su igual; su complemento y su contrapartida. La llamó Varona, "hombre hembra". Con cuanta ternura acogió a quien ponía fin a su punzante soledad y le llenaba la vida de felicidad. Ella era exactamente lo que él necesitaba. Y nada satisfacía más a ella que saber lo mucho que su esposo la necesitaba ¡Qué placer más intenso e indescriptible hallaban en la compañía del cónyuge! ¡Cuánto se amaban!
Su hogar se hallaba en Edén, el lugar perfecto (Génesis 2:8). La palabra Edén significa "delicia". Y lo era en verdad. Bien regado por estar situado en el nacimiento de cuatro ríos, Edén era un paraíso verde de exuberante vegetación y repleto de "todo árbol delicioso a la vista y bueno para comer" (Génesis 2:9,10). Cultivaban la tierra. Pero como que no tenían lucha con cardos ni malas hierbas, su trabajo resultaba leve, totalmente placentero. Juntos vivían y juntos laboraban en perfecta armonía, conscientes de su mutua dependencia. Disfrutaban la libertad de comunión y comunicación, y eran inseparables porque sus espíritus estaban unidos por una profunda corriente de afecto.
Sin embargo, en sus relaciones había un orden de autoridad. "Adán fue formado primero, después Eva"; como el apóstol Pablo tuvo buen cuidado de mencionar en 1 Timoteo 2:13. Y Eva fue hecha para Adán, no Adán para Eva; como Pablo lo señaló también en 1 Corintios 11:9. Pero ella sí era su "ayuda" (Génesis 2:18). Y para que le fuera ayuda, ella tenía que compartir con él la vida toda. Ella estuvo con él cuando Dios ordenó que sojuzgaran la tierra y señorearan sobre ella; y, de consiguiente, Eva compartió a la par con su esposo tan imponente responsabilidad. (Génesis 1:28). Hizo todo lo que se esperaría de una ayudante, lo asistía, le daba valor, lo aconsejaba y lo inspiraba. Y hacía todo eso con un espíritu de dulce sumisión. Adán nunca resintió su ayuda, ni siquiera sus consejos, después de todo, para eso se la había dado Dios. Tampoco Eva resentía el liderato de él. La actitud de Adán nunca estuvo impregnada de superioridad o de explotación. ¿Cómo podía estarlo? Su amor era perfecto. Eva era una persona especial para él, y la trataba como a tal. La entrega de sí mismo parecía siempre
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