La Relacion madre-hija
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La Relacion madre-hija

La Relacion madre-hija

by Yvonne Poncet-Bonissol
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by Yvonne Poncet-Bonissol

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Product Details

ISBN-13: 9788497779227
Publisher: Obelisco, Ediciones S.A.
Publication date: 05/30/2013
Edition description: Spanish-language Edition
Pages: 128
Product dimensions: 5.30(w) x 8.30(h) x 0.80(d)
Language: Spanish

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La relación madre-hija


By Yvonne Poncet-Bonissol

EDICIONES OBELISCO

Copyright © 2013 Ediciones Obelisco, S. L.
All rights reserved.
ISBN: 978-84-9777-922-7



CHAPTER 1

Madre e hija, una historia vinculada al pasado ...


Recordemos el pasado con el fin de entender que la relación entre madre e hija se cultivó por primera vez en un terreno árido ... Hay que regresar al pasado, puesto que nos puede aportar cierta luz y permitirnos entender lo que está en juego en este dúo, en el inconsciente marcado por acciones que duraron siglos. Recuerda que hasta la década de 1970 el sexo femenino no se consideró desde una vertiente más positiva. En esta época, pareció existir un futuro que permitía escapar del «manual de vida» que decía que la niña estaba tan sólo destinada a quedarse en el hogar para ser esposa y madre. Era la madre quien indicaba el camino que debía seguir. Se necesitó mucho tiempo para que la mujer pudiera ver cierta mejora: el acceso a la anticoncepción oral se consideró un gran paso, una pequeña revolución, ya que permitió que las jóvenes pudieran elegir su vida, al mismo tiempo que aplazar y programar la maternidad. Pensemos que durante mucho tiempo no era fácil ser mujer y dar a luz a un bebé de sexo femenino. Y esto precisamente marcó el inconsciente colectivo de la relación madre-hija.


Crecerás bajo el yugo de la madre ...

«¡Oh! pero si sólo es una niña», dijo la progenitora

Éstas fueron durante mucho tiempo las palabras que se decían o se pensaban cuando una futura mujer llegaba al mundo. Todos sabemos que los prejuicios van desarrollándose hasta contaminar las conciencias. Por otra parte, este mismo proceso tiene lugar en la cima de la pirámide: los reyes, por ejemplo, se pasan la corona de padre a hijo, y la sociedad quiere pequeños varones. Pensemos también en los retablos de la Virgen con el niño, abundantes en la pintura europea desde hace siglos: el triunfo de la Virgen María es un pequeño varón llamado Jesús ... Recordemos también a la impopular María Antonieta, que se desmayó cuando se enteró de que había dado a luz a una hija. Lo que se espera, por tanto, es un varón reproductor, como si se tratara de su pequeño falo, un pequeño varón del sexo opuesto del cual estamos muy orgullosos ... Huelga decir que, en este contexto, con independencia de su clase social, la relación entre madre e hija ya está cargada de vibraciones negativas. Hasta la década de 1970, nacer con este sexo no deseado no ayudaba mucho, y hacía que se despertara el viejo sufrimiento que la progenitora tenía enterrado, quien, a su vez, también tuvo que afrontar esta prueba nada más nacer. Por tanto, se trata de una historia cíclica que se repite siglo tras siglo, a pesar de que algunas madres, una vez superada la situación de choque, aprendieron a hacer frente a esta situación negativa. Sin embargo, el inconsciente es como una esponja que registra la primera información: «Tú no eres lo que esperaba». Esto podría explicar muchos conflictos, amargura, odio contenido, o al menos la vaga sensación de no sentirse aceptada. De todos modos, nacer niña hoy en día implica darse cuenta de que todo esto ya existía, aunque las cosas evolucionaran en la década de 1960. La Historia (con H en mayúscula) y la sociología pueden ayudar a entender su historia personal.


Madre con una misión y consejera matrimonial

Recordemos también que, durante mucho tiempo, la madre, legalmente bajo la autoridad de su esposo, tenía la misión de educar. Hasta aquí todo está dicho. Es una extraña paradoja. Durante muchos años, el hombre ha tenido plenos poderes frente a la mujer. Dominada en el matrimonio y en una posición de sumisión, la mujer lleva las riendas de un poder paralelo, en la sombra, que, aunque esencial, sólo concierne a la dimensión de la madre como educadora. El resto de su persona permanece sin cultivar. Así, resulta imposible saber cuántas mujeres tuvieron que renunciar a su destino y se vieron obligadas a compensarlo convirtiéndose en madres todopoderosas. Pensemos en las palabras de Simone de Beauvoir en Una muerte dulce, que hacen referencia a su madre, que «vivió contra ella misma. Rica de apetitos, utilizó toda su energía para reprimirlos y ha sufrido, llena de ira, esta negación». Fue necesario esperar hasta finales del siglo xix para que se señalara con el dedo esta situación contradictoria. Se tenía que educar en la realidad de la vida, mientras que la ley consideraba a la mujer jurídicamente inferior ... Pensemos que la chica se encuentra bajo la mirada materna, cuando ya tiene más de diez años: hay que aceptar ser criada tan sólo como una niña, es decir, crecer para aprender a ser una perfecta ama de casa, una futura esposa que conoce sus funciones y con un órgano reproductor. En este panorama, la única perspectiva de futuro son múltiples embarazos y sus accidentes, violaciones, abortos, niños muertos, aunque la maternidad proporcione algunas alegrías ...

Hay que convertirse en chica, con juguetes apropiados a su persona, desde la vieja muñeca de trapo a la Barbie. Se debe cortar de raíz una personalidad única, y esculpir a una niña con un molde que se transmite de generación en generación: no existe salvación, sino tan sólo la clonación como perspectiva («Tú serás lo que yo soy, hija mía ... También seré la persona en quien deberás confiar, yo seré tu señal, tu referencia, tu guía, tu moral»). La religión también juega un papel destacado. La chica se sitúa bajo el ojo inquisitorial, es decir, entre los ricos será modesta y, si muestra resistencia, será aplacada. Finalmente, una vez la hija esté experimentada, y dentro de los cauces descritos por ella, la madre le buscará un esposo que sea un buen partido como si estuviera regentando un negocio de consejera matrimonial. Recordamos una carta de Flaubert a Louise Colet, donde se evoca «la impresión de terror» frente a la sonrisa, «compuesta de indulgencia benigna y la vulgaridad superior» de una madre, cuando vio las manos de su hija entre las del escritor. En las familias no tan privilegiadas, la hija deberá estar a la vez tanto en la fábrica como en el campo, al mismo tiempo que tendrá que ayudar a la madre a realizar las tareas domésticas para perpetuar el modelo; en este caso, en cierto sentido, se está sujeto a su voluntad y se lucha por la supervivencia. El trabajo no se considera una autorrealización, sino una necesidad vital. En este sentido, ¿resulta satisfactorio ser una chica incluso en la década de 1970? En cualquier caso, la relación con la madre está lejos de estar basada en el deseo de acompañar hacia la autonomía y la autorrealización.


De la década de 1970 hasta nuestros días: la emancipación

Ciertamente, las mujeres han mostrado a sus hijas otras vías por medio de su propia realización, es decir, escogiendo trabajar para emanciparse (pensemos en escritoras como George Sand, a pesar de su compleja relación con Solange). Por ejemplo, el propio nombre de George reivindica el deseo de que la considerasen igual a los hombres. Asimismo, pensemos en Colette o en Simone de Beauvoir, que muestran el camino hacia la autonomía, aun cuando la última acabe adoptando a un niño, después de considerar la maternidad como un obstáculo. Lo que hará evolucionar esta relación madre-hija fueron las circunstancias excepcionales que se vivieron durante las guerras mundiales del siglo xx: en esta época, las niñas vieron cómo sus madres eran plenamente responsables de la familia, ya que los hombres estaban en los campos de batalla de la «heroica carnicería». Aunque no pudieron votar hasta bien avanzado el siglo xx, estas mujeres estuvieron en todos los frentes y se liberaron por la fuerza de las circunstancias. Por último, esta relación supondrá un cambio de actitudes en la revolución que tuvo lugar en mayo del 68. Este año, las feministas acabaron con la imagen tradicional de la mujer y hablaron de temas como la igualdad, la libertad en la elección de ser o no ser madre, o de posponer el proyecto. En este sentido, será más gratificante nacer hija cuando la mujer que lo desee pueda legalmente abortar. Cuando aparecieron los anticonceptivos orales, surgieron nuevas ideas y tónicas de paridad, de igualdad y de acceso a la educación y al trabajo. Después de avanzar y ganar terreno, apareció un modelo de mujer más gratificante: a partir de aquel momento, la mujer pudo hacer algo diferente a lo que hizo su madre, aunque, eso sí, dependerá del entorno social en que nazca, y de los prejuicios que se transmiten de una generación a otra, a veces ocultos bajo nuevas formas. En cuanto a las neurosis familiares, van creciendo como la espuma, dejando a madre e hija más allá de las apariencias engañosas.


¿Dónde nos encontramos hoy en la relación madre e hija?

Las relaciones, vistas desde el exterior, parecen más tranquilas: muchas mujeres trabajan, realizan estudios superiores y viven menos a través de sus hijas, con quienes construyen una especie de proyecto, y, en teoría, no intervienen demasiado. Las jóvenes madres han visto a sus propias madres trabajar, y tienen acceso a la anticoncepción y al aborto; así, pueden elegir un destino según sus deseos personales. Pueden realizarse de manera diferente al modelo materno, siempre que su madre, que ha alcanzado la realización socialmente, no proyecte en ella sus frustraciones emocionales. Sin embargo, muchas de estas mujeres contemporáneas parece que vivan en un maratón. ¡Cuántas malabaristas o equilibristas existen, que se ponen diferentes trajes según la situación: hay que ser eficaz en el trabajo para no perder el empleo, madre afectuosa, esposa y ama de casa que ve la distribución de las tareas domésticas simplemente como palabras. Cuántas niñas mantienen con sus madres una verdadera relación que usurpa el lugar de la pareja para obtener ayuda, o superar las circunstancias de la vida ... O incluso a veces realizan las mismas actividades, las mismas vacaciones o comparten la misma ropa; es la abuela que lleva el mismo peinado que la hija y la telefonea para hablar de confidencias. ¿Cuántas madres han educado a sus hijos sin destetarlos, negándoles así la oportunidad de jugar su papel como tercero, entre su mujer y sus hijos? Madre e hija pueden encerrarse en sí mismas, teniendo al lado a un hombre mitad padre, mitad niño. De hecho, esto todavía existe. Por último, como dijo Elisabeth Badinter, ¿cuántas mujeres, impregnadas del discurso de retorno al pasado, ceden bajo los llamados discursos ecológicos a la tentación de abandonar los pañales desechables? Esto podría suponer cierto retorno a épocas anteriores a la década de 1970. Respaldados por la crisis económica, se puede moldear a un niño tras otro, y también es fácil renunciar a cualquier evolución personal, del mismo modo que antes lo hacían las chicas, cuando su madre les indicaba el camino que debían seguir. Podemos añadir a esto el uso que se hace de la complicidad entre madre-hija en los carteles del metro debido al marketing, que ansía obtener ganancias: se trata de vender la misma ropa tanto a la hija como a la madre que, a veces, no quiere envejecer. El bucle se cierra. Aquí se fuerza la situación, ya que se afirma que en estos momentos oficialmente «modernos», en la compleja relación madre-hija, debe cultivarse la vigilancia frente a la tentación de la fusión confortable que siempre amenaza ... la libertad de ser una misma, diferente de su madre. En definitiva, una persona singular.

CHAPTER 2

Una pareja en forma de rompecabezas


La primera persona a la que quise es a ti ...

Garantizamos que la relación que se establece entre una madre y su hija no es sencilla, a pesar de que la sociedad ha permitido a las mujeres emanciparse a través del trabajo y los estudios, y que la década de 1960 ayudó al «sexo débil» a avanzar hacia una imagen más constructiva. Esta relación puede mantener un carácter pasional, sobre todo si la madre, a pesar de las posibilidades teóricas de existir por sí misma, no ha logrado construir una libertad interior y realizarse más allá de la maternidad. Recordemos también que, tanto para las niñas como para los niños, la madre es, de hecho, el «primer objeto de amor» mencionado por Freud, y recientemente también por el psicoanalista Aldo Naouri: ella ha dado a luz a sus hijos y ha vivido con ellos las primeras horas y semanas necesarias en una especie de éxtasis fusional.


Calor del cuerpo e intimidad carnal

Recordemos que Naouri dice: «Siempre son las mujeres las que dan a luz y traen al mundo a los niños de ambos sexos». La madre deja una importante impronta sensorial y afectiva en el futuro hombre o mujer. Pensemos en esta increíble «seguridad que proporciona la forma embrionaria y el silencio unido a su pared de piel», dice Pascal Quignard en La Noche Sexual. Durante los nueve meses de vida intrauterina, el feto podría decirse que respira a su madre por todos los poros, se mete en su interior, se emborracha de ella, que lo alimenta con su cálido cuerpo. Percibe su voz, siente los movimientos de su cuerpo, es la esponja silenciosa de sus emociones; en definitiva, el bebé es una inmersión total. Es un estado de puro éxtasis inenarrable. Está impregnado de la madre, hace pareja con ella, mientras se prepara para el nacimiento. Somos conscientes de hasta qué punto están unidos. Podríamos hablar de la «ferocidad de apego», en palabras de Naouri. Después del desarraigo violento que supone el nacimiento, esta separación es necesaria para poder vivir, pero nos proyecta a un mundo desconocido, fuera de ella. En un primer momento la dependencia es total: la madre es para el niño, sin distinción de sexo, una necesidad vital, un punto de referencia sensorial, mental, emocional. Durante las primeras semanas es como una pareja. Hemos de tener en cuenta que la disponibilidad física, mental y psicológica de la madre ofrece un cedazo de adaptación el tiempo necesario para encaminarse hacia la diferenciación. Al principio están los olores del cuerpo materno, que resultan reconocibles, que tranquilizan y calman el llanto; una voz tan visceralmente familiar, los brazos que se cierran. Todo esto construye este «entorno suficientemente bueno» del que habla el psicoanalista Donald Winnicott. La madre, por tanto, deberá estar en un estado total de apertura, de corazón, cuerpo y alma. Body and Soul, por así decirlo, dando un toque de jazz. La base de la seguridad interior del niño y el futuro adulto se basa en la dedicación necesaria de las primeras semanas. La madre se entrega plenamente, reconoce a su hijo, lo mira para que él se sienta, para que exista. En un principio, existe una urgencia absoluta de dar cabida a este rostro humano del que Emmanuel Levinas dice que nos compromete con la responsabilidad. Se entiende que la niña, incluso si después se dirige hacia el padre, estará marcada para siempre. Mirarla, reconocerla, pero sin buscarse a una misma en esta mirada: todo está allí, para que en el futuro pueda producirse la separación. Por lo que se refiere a una niña, después de las primeras semanas de fusión, será necesario tomar distancias y consciencia de la ilusión que se va a combatir: «Si ella soy yo porque somos del mismo sexo, de hecho, ella no es yo». Amar a la hija es aceptar poco a poco no continuar siendo un único cuerpo con ella, y dejar un lugar al padre o su sustituto. Éstas son las palabras que deben asumirse. Escuchemos lo que dice Amélie, quien recuerda esas primeras semanas de fusión vividas con su hija:

Todo ocurrió como si me dedicara en cuerpo y alma a Constanza, le di todo de mí: mis brazos, mis pechos, mis ojos, mi voz. Yo estaba físicamente presente, siempre cerca de ella, con todos los sentidos alerta, con el corazón, la mente, los sentimientos y el cuerpo movilizado. Me sentía como transportada, llamada por una profunda necesidad interior para acompañar a ese pequeño ser que tanto había deseado. Aunque le di el pecho, dejé que mi marido ocupara el lugar que le correspondía, ya que en la lactancia mixta, él le daba el biberón, la tomaba en brazos y le hablaba. Pero me di cuenta, mucho más tarde, de que ese vínculo tan particular, insustituible, debe vivirse para permitir que el niño se sienta acogido, amado, y que también pueda amar un día y tener una seguridad interna. Lo inquietante fue que era una niña como yo, pero sin serlo ... Poco a poco he aprendido a tomar distancia después de los primeros meses. El trabajo, mi marido, los otros han encontrado su lugar.


Hacemos hincapié en que la lactancia materna, que crea una relación privilegiada con el bebé, debe surgir de una verdadera elección, y ninguna madre debe sentirse culpable si no lo desea. Por supuesto, el discurso ambiental incita a la lactancia materna, al mismo tiempo que alienta la práctica de llevar en una mochila al bebé de pocos meses: se debe acompañar al bebé, ya sea niño o niña, para que se produzca la separación. Recordemos que, según un estudio realizado por el investigador Michael Kramer con 17.000 mujeres en Bielorrusia, los niños a los que se les ha dado el pecho no están protegidos contra el asma y las alergias, sino solamente contra las infecciones gastrointestinales. Los niños son amamantados durante más tiempo que las niñas ... Dicho esto, con o sin lactancia materna, el equilibrio, la salud y el desarrollo de la inteligencia no van a ser diferentes si hacemos caso a la Organización Mundial de la Salud. Si al principio el niño necesita, según Winnicott, creer que el pecho materno es parte de él, se entre semejantes: madre e hija comparten el mismo sexo. Si la madre proyecta sus propias dificultades haciendo del amor materno una compensación, el daño será enorme. Naouri recuerda hasta qué punto las madres mantienen un fuerte poder sobre sus hijas durante toda su vida. Si la madre está insatisfecha y no permite que terceras personas (ya sea el padre o un sustituto) tomen su lugar, veremos que la relación se convierte en mortal.


(Continues...)

Excerpted from La relación madre-hija by Yvonne Poncet-Bonissol. Copyright © 2013 Ediciones Obelisco, S. L.. Excerpted by permission of EDICIONES OBELISCO.
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Table of Contents

Contents


Introducción, 7,

Madre e hija, una historia vinculada al pasado, 11,

Una pareja en forma de rompecabezas, 21,

La primera persona a la que quise es a ti, 23,

No es más que ambivalencia, 33,

Madres «suficientemente buenas para los demás», 47,

La madre «aceptable» a grandes rasgos, 49,

Identificar a las madres veneno, que están demasiado presentes o no lo suficiente: «una tragicomedia», 61,

Cómo no repetir la misma historia, 69,

Comprender lo que sujeta a las madres mortíferas para evolucionar, 71,

Romper con la culpabilidad (y sus distintas caras) de tener que traicionar a la madre, 81,

De hija, a madre, y de madre, a abuela: la transmisión, 93,

Convertirse en madre después de tu madre, 95,

Ser abuela después de haber sido madre, 105,

Conclusión, 115,

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