Read an Excerpt
Chapter One
Tal hombre y tal mujer no se miden de los pies a la cabeza, sino de la cabeza al cielo, pues estas personas ¡son gigantes -- que conocen los Trece Sentidos de la Creación!Era amor?
¿Había sido en realidad amor?
Cincuenta años habían sido esposo y esposa. Cincuenta años el Padre Sol había salido y se había puesto. Cincuenta años la Madre Luna había salido y desaparecido. Por cincuenta años se habían amado, peleado y vivido juntos, y ahora estaban aquí, enfrente del sacerdote una vez más, listos para renovar sus votos matrimoniales.
Juan Salvador Villaseñor, el decimonoveno hijo de su familia, tenía setenta y cinco años de edad. María Guadalupe Gómez, la octava hija de su familia, tenía sesenta y ocho años. Salvador ahora se dio la vuelta y tomó la mano de la mujer que estaba de pie a su lado. Lupe se volteó y fijó la vista en los ojos de Salvador.
El cura empezó con sus palabras. Los hijos, nietos y biznietos de Salvador y Lupe los miraban con respeto, amor y gusto. Esta vez se hizo una boda pequeña con la familia y unos cuantos amigos, celebrada en la sala de la gran casa que Salvador y Lupe habían diseñado y construido hacía casi treinta y cinco años.
La luz del sol entraba a raudales por las grandes ventanas a espaldas de Salvador y Lupe, mientras el padre continuaba con sus palabras. Los ojos de la gente se llenaron de lágrimas. Fue un momento mágico, en el que todos en la habitación sabían que las bendiciones de Dios estaban con ellos.
El novio tenía puesto su traje favorito, colorvino tinto con una corbata de rayas plateadas y doradas. La novia llevaba un hermoso vestido blanco de tres cuartos de largo de rico encaje y tira bordada amarilla. El cabello de Salvador era blanco, abundante y todavía chino. El de Lupe era también casi todo canas, pero salpicado de bellos cabellos largos y negros.
El sacerdote continuó, y el pequeño grupo de familiares y amigos escuchó cada palabra. Esta vez, al contrario de la última, el sacerdote era mucho más joven que la pareja que se casaba. -- Juan Salvador Villaseñor -- decía ahora el joven sacerdote -- , ¿Aceptas a María Guadalupe Gómez como tu esposa? ¿Prometes serle fiel para bien y para mal, en la prosperidad y en la pobreza, en salud y en enfermedad, para amarla y respetarla todos los días de tu vida?
Lupe se volteó y miró fijamente la melena de león de Salvador y su enorme, largo y blanco bigote en el labio superior que se movía como un gusano gordo mientras hablaba, “Sí, la acepto”, dijo.
Al escuchar esto, ella se dio cuenta de lo distinto que le parecían estas palabras en comparación con la última vez. Cuando ella había escuchado estas palabras cincuenta años antes, había sido tan joven e inocente que había creído que su ‘Sí, la acepto', tenía un significado mucho más profundo que esta vez. La otra vez había creído que estas palabras significaban que tendría a su lado a alguien para bien y para mal, en salud y enfermedad, y que siempre habría amor y respeto. ¡Qué tonta había sido! Si se supiera la verdad, algunas veces habría estado mejor sin él.
Entonces se dio cuenta de que el joven sacerdote le hablaba a ella. -- ¿Y tú, María Guadalupe Gómez -' dijo el joven sacerdote -- , ¿aceptas a Juan Salvador Villaseñor por tu esposo? ¿Prometes serle fiel para bien y para mal, en salud y en enfermedad, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?
Al principio Lupe no contestó. Dios mío, esto era exactamente lo que había hecho durante todos estos años. ¿Pero, lo había hecho Salvador? ¿Le había sido fiel y la había respetado Salvador? ¿O, realmente la había amado tan siquiera una vez?
De repente recordó cómo estas palabras ‘para mal' casi la habían detenido la última vez. Aún entonces, cuando tenía dieciocho años, se había preguntado si le convenía a cualquier mujer estar de acuerdo con estas palabras.
-- Repite, sí lo acepto -- dijo el joven sacerdote inclinándose cerca de Lupe.Lupe casi se echó a reír. Esto era exactamente lo que había hecho el sacerdote la última vez. Sólo que entonces el sacerdote era viejo y parecía tan lleno de autoridad que ella se había intimidado. Pero esta vez no estaba nada intimidada, así que sólo miró al joven sacerdote y sonrió.
Juan Salvador se percató de su sonrisa, esa sonrisita de ella tan llena de travesura y él también sonrió apretándole la mano.
Al sentir el apretón, Lupe se volteó y miró a este viejo canoso de pie a su lado y vio su sonrisa. Ella sonrió también.
-' Está bien -- contestó apretándole la mano --. Sí, lo acepto.Todos en el recinto se sintieron aliviados, menos Salvador. Nunca había tenido ninguna duda.
Ahora le tocaba a Lupe repetir los votos sagrados de aceptación, pero cuando llegó al pasaje ‘Para tenerte y protegerte de hoy en adelante, para bien y para mal, en la prosperidad y en la pobreza', se le llenaron los ojos de lágrimas. Después de cincuenta años de matrimonio podía ver ahora que éstas eran las mismas palabras que le habían dado la fuerza para resistir todas las contratiempos que habían pasado.
Por supuesto, estas palabras, ‘hasta que la muerte nos separe' eran la exacta fundación de todo matrimonio. ¡Y también se podía dar cuenta de que sí, aun entonces, cincuenta años antes, ella había tenido la sabiduría de ver que éstas eran también las palabras que le habían dado la fuerza a su querida madre, doña Guadalupe, para levantarse como una poderosa estrella y rescatar de la muerte a su familia, una y otra vez durante esa horrible Revolución Mexicana!
Podía ver ahora tan claramente que estas palabras ‘hasta que la muerte nos separe' eran las que les daban a todas y cada una de las mujeres el poder, la visión para aceptar la Gracia de Dios y para obtener la absoluta convicción mental que ella y su familia sobrevivirían -- cualquier cosa -- como su querida suegra, doña Margarita, le había explicado tan bien sólo unos días antes de su primera boda, allá en 1929.
Trece Sentidos. Copyright © by Victor Villasenor. Reprinted by permission of HarperCollins Publishers, Inc. All rights reserved. Available now wherever books are sold.