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CHAPTER 1
¿Desaparecerá la religión?
Si has tomado este libro para leerlo, eso demuestra que tienes interés en determinar si es posible la creencia religiosa en nuestro tiempo. Pero, realmente, ¿deberías seguir leyéndolo? ¿No es acaso este libro nada más que una acción desesperada y defensiva sobre la relevancia de la religión? ¿En el mundo real, «no está en marcha la ausencia de la fe»? ¿No es que la religión en general y el cristianismo en particular están agotados, inevitablemente en decadencia? ¿No están aumentando los porcentajes de la población, en especial entre aquellos nacidos en las dos últimas décadas del siglo xx, que descubren que tienen menos necesidad de Dios y de fe en su vida?
Una mujer en mi iglesia trajo a un colega del ámbito empresarial a un servicio de adoración el domingo por la mañana. El hombre, cerca de los sesenta años, se sorprendió al ver varios miles de profesionales, la mayoría jóvenes que viven en Manhattan (Nueva York). El servicio le pareció provechoso, intelectualmente estimulante e incluso conmovedor. Después, le confesaría a la mujer que la experiencia lo había desconcertado. Ella le preguntó por qué. Y él admitió: «Siempre creí que la religión estaba muriendo, al menos entre la gente educada y sin duda entre los jóvenes. Puedo entender que los adultos jóvenes se sientan atraídos a los conciertos de rock cristiano. Sin embargo, mi experiencia aquí me coloca en una situación difícil».
Luego de un importante nuevo estudio realizado por el Pew Research Center, el Washington Post publicó un artículo titulado «The World Is Expected to Become More Religious — Not Less» [Se espera que el mundo llegue a ser más religioso y no menos]. Aunque se reconocía que en Estados Unidos y en Europa el porcentaje de las personas sin afiliación religiosa aumentará por ahora, el artículo sintetizaba los hallazgos de la investigación, es decir, que en el mundo en general la religión está creciendo de manera firme y constante. Los cristianos y los musulmanes integrarán un porcentaje cada vez mayor de la población mundial, mientras que la proporción que es secular se contraerá. Jack Goldstone, profesor de política pública en la George Mason University, se cita en este artículo: «.que la tengorarr sobre eso; tengo razto consenso cuando declara los elementos naturales mejor de lo que Dios [...] Los sociólogos se apresuraron cuando afirmaron que el crecimiento de la modernización significaría un crecimiento de la secularización y la ausencia de fe [...]. Eso no es lo que estamos viendo [...]. Las personas necesitan la religión».
Muchos lectores del artículo del Washington Post tuvieron la misma reacción del hombre que visitó nuestra iglesia. Les parecieron inconcebibles los hallazgos del estudio. Uno opinaba: «Es fácil eliminar la religión solo con educar a las personas sobre otras religiones, o incluso al proporcionarles una mirada objetiva y secular a la historia de la religión en la que cualquier joven ha sido criado». Es decir, conforme se eleven los niveles de la educación y avance la modernización, la religión tiene que desaparecer. Según esta opinión, las personas sienten que necesitan la religión solo si ellas no son instruidas en la ciencia, la historia y el pensamiento lógico.
Sin embargo, el estudio de Pew, amenazaba todas estas creencias profundamente arraigadas sobre por qué las personas son religiosas. Hace poco, destacados académicos en la sociedad occidental casi tenían una posición unánime al pensar que la religión estaba en inevitable decadencia. Pensaban que la necesidad de la religión desaparecería a medida que la ciencia proveyera explicaciones y ayuda contra los elementos naturales mejor de lo que Dios ha hecho. En 1966, John Lennon representaba este consenso cuando declaró: «El cristianismo pasará. Se desvanecerá y se reducirá. No necesito argumentar sobre eso, tengo razón y los hechos lo demostrarán».
Sin embargo, esto no ha sucedido como se anunció. Como lo demuestra el estudio de Pew, la religión va en aumento, y el surgimiento de los más estridentes y declarados «nuevos ateos» puede ser, en realidad, una reacción a la persistencia e incluso el resurgimiento de una religión pujante. Tampoco es que el auge de la fe solo esté ocurriendo entre las personas menos educadas. Durante la última generación, filósofos como Alasdair MacIntyre, Charles Taylor y Alvin Plantinga han producido un gran número de obras académicas que apoyan la creencia en Dios y critican el secularismo moderno en formas que no son fáciles de refutar.
Los demógrafos nos dicen que el siglo xxi será menos secular que el siglo xx. Se han registrado cambios radicales religiosos respecto al cristianismo en África al sur del Sáhara y China, mientras que las denominaciones evangélicas y el pentecostalismo han crecido exponencialmente en Latinoamérica. Incluso en Estados Unidos el crecimiento de los que «no tienen una afiliación religiosa» ha sido principalmente entre aquellos que tienen una fe nominal mientras que los fervientemente religiosos en Estados Unidos y Europa están aumentando.
Creer en Dios tiene sentido para cuatro de cada cinco personas en el mundo y continuará siendo así en el futuro inmediato. La pregunta inminente es, entonces, ¿por qué? ¿Por qué la religión todavía crece en medio de tanta oposición secular? Algunos podrían responder que la mayor parte de las personas en el mundo suelen tener un bajo nivel de formación, mientras que otros podrían ser un poco más directos y responder: «Porque casi todos son idiotas». Sin embargo, una respuesta más reflexiva y menos misantrópica es necesaria. Hay dos buenas respuestas a la cuestión de por qué la religión continúa persistiendo y creciendo. Una explicación es que muchas personas descubren que le «faltan cosas» a la razón secular que son necesarias para vivir bien. Otra explicación es que muchas personas de manera intuitiva perciben un mundo que trasciende más allá de este mundo natural. Consideraremos ambas ideas por separado.
Una conciencia de que algo falta
Hace algunos años, una mujer de China que realizaba estudios de posgrado en teoría política en la Columbia University comenzó a asistir a nuestra iglesia. Una de las razones por las que había venido a estudiar a Estados Unidos era el consenso, cada vez mayor, entre los sociólogos chinos, de que la idea cristiana de la trascendencia constituía la base histórica para el concepto de los derechos humanos y la igualdad. Al fin y al cabo, afirmaba, la ciencia por sí sola no podía demostrar la igualdad humana. Le expresé mi sorpresa, pero me indicó que esto no era solo algo que algunos académicos chinos argumentaban, sino que también algunos de los más respetados pensadores seculares afirmaban en el Occidente. Mediante su ayuda, llegué a ver que la fe estaba reapareciendo en enrarecidos círculos filosóficos donde la razón secular — la razón y la ciencia sin ningún tipo de creencia en una realidad trascendente y sobrenatural — se ha visto cada vez más como las cosas que faltan, lo que la sociedad necesita.
Uno de los filósofos más prominentes del mundo, Jürgen Habermas, fue por décadas un defensor de la visión de la Ilustración que afirmaba que solo la razón secular debía usarse en la arena pública. Sin embargo, hace poco Habermas sorprendió a la élite de los filósofos con una actitud diferente y más positiva hacia la fe religiosa. Ahora piensa que únicamente la razón secular no puede explicar lo que llama «la sustancia del humano». Sostiene que la ciencia no puede proveer los medios para juzgar si sus inventos tecnológicos son buenos o malos para los seres humanos. Para eso, debemos saber lo que es un buen ser humano, y la ciencia no puede adjudicar moralidad o definir tal cosa. Las ciencias sociales quizás puedan decirnos qué es la vida humana, pero no lo que debe ser. El sueño de los humanistas del siglo xix fue que el declive de la religión nos llevara a menos guerras y conflictos. Sin embargo, el siglo xx ha sido marcado por una violencia cada vez mayor, llevada a cabo por estados que eran aparentemente no religiosos y operaban sobre la base del racionalismo científico. Habermas señalaba a aquellos que todavía confían en que «la razón filosófica [...] es capaz de determinar lo que es verdadero y lo que es falso» que consideren las «catástrofes del siglo xx — los fascistas religiosos y los estados comunistas que operaban según la razón práctica — para ver que esta confianza no viene al caso». Hechos terribles se han llevado a cabo en el nombre de la religión, pero el secularismo no ha resultado ser un avance.
La evidencia para la tesis de Habermas viene de la investigación reciente sobre la historia del movimiento eugenésico a principios del siglo xx. Thomas C. Leonard de Princeton University demuestra que hace un siglo se entendía que las políticas sociales progresistas basadas en la ciencia implicaban la esterilización o la reclusión de las personas que se consideraba que tenían genes defectuosos. En 1926, John T. Scopes fue juzgado según la ley de Tennessee por enseñar sobre la evolución. Sin embargo, pocos recuerdan que el libro de texto que usó Scopes, Civic Biology escrito por George Hunter, no solo enseñaba la evolución, sino además argumentaba que la ciencia dictaba que se debería esterilizar o aun matar a aquellas personas que debilitaban el patrimonio genético humano al propagar «enfermedades, inmoralidad y crimen a todas las partes de este país». Esto caracterizó los libros de ciencia de la época.
Fueron los horrores de la Segunda Guerra Mundial, no la ciencia, los que desacreditaron la eugenesia. El vínculo entre la composición genética y las diversas formas de conducta antisocial nunca se ha refutado; sin duda, ocurre lo contrario. Por ejemplo, estudios recientes demuestran que un gen receptor particular reduce la probabilidad de que los varones sigan en la escuela, incluso con ayuda compensatoria y ayuda de los maestros y los padres. Hay muchos vínculos entre la herencia y las enfermedades, las adicciones y otros problemas de la conducta. Thomas Leonard argumenta que «la ciencia de la especie y la eugenesia no eran pseudociencias en la [...] Era Progresista. Eran ciencias». Entonces, era perfectamente lógico concluir que sería económica y socialmente más rentable si aquellos que eran propensos genéticamente a vidas no productivas no heredaran su código genético. Sin embargo, los campos de exterminio suscitaron la intuición moral que la eugenesia, aunque quizás científicamente eficiente, era perversa. No obstante, si crees que lo es, debes encontrar respaldo para tu convicción en alguna fuente más allá de la ciencia y del análisis costo-beneficio estrictamente racional de la razón práctica. ¿Dónde podemos buscar este respaldo? Habermas escribe: « ... los ideales de la libertad [...] la conciencia moral individual, los derechos humanos y la democracia; [son] el legado directo de la ética judía de la justicia y la ética cristiana del amor [...]. Al día de hoy no existe ninguna alternativa a [este legado]».
Nada de lo anterior niega que la ciencia y la razón sean fuente de enorme e irremplazable bien para la sociedad humana. El punto es, más bien, que únicamente la ciencia no puede servir como una guía para la sociedad humana. Esto se resumió adecuadamente en un discurso que se escribió, pero nunca se pronunció en el «juicio a Darwin» de Scopes: «La ciencia es una fuerza material extraordinaria, pero no es una maestra de moral. Puede perfeccionar la maquinaria, pero no proporciona restricciones morales que protejan a la sociedad del mal uso de la máquina [...]. La ciencia no enseña [y no puede] el amor fraternal». La razón científica y secular es un gran bien, aunque si se las toma como el único fundamento para la vida humana, se descubrirá que hay muchas cosas que necesitamos, pero que le faltan.
Enfrentar la muerte y encontrar el perdón
Un libro popular que hace afirmaciones similares es el éxito en ventas When Breath Becomes Air [Cuando la respiración se vuelve aire]. Recoge las reflexiones de un joven neurocirujano, ya fallecido, sobre su viaje de regreso a la fe cuando moría de cáncer. Paul Kalanithi había sido un «férreo ateo». Su primera acusación contra el cristianismo fue «su fracaso en función deargumentos empíricos. Sin duda, la razón ilustrada ofrecía un cosmos más coherente [...] una concepción material de la realidad, una cosmovisión por ende científica». Sin embargo, el problema con esta concepción se hizo evidente para él. Si todo debe tener una explicación científica y una prueba de su existencia, entonces esto implicaría «eliminar no solo a Dios del mundo, sino además el amor, el odio, el sentido de la vida [...] sería el mundo que es evidente, no el mundo en el que vivimos».
Kalanithi argumentaba que toda ciencia puede «reducir los fenómenos en unidades manejables». Puede hacer «afirmaciones sobre la materia y la energía», pero nada más. Por ejemplo, la ciencia puede explicar el amor y el sentido de la vida como respuestas químicas en tu cerebro que ayudaron a tus antepasados a sobrevivir. Sin embargo, si afirmamos, lo que casi todos hacemos, que el amor, el sentido de la vida y la moral no solo parecen reales, sino que de verdad lo son, la ciencia no puede apoyar eso. Entonces, concluía que «el conocimiento científico [es] inaplicable» para los «aspectos centrales de la vida» que incluyen la esperanza, el amor, la belleza, el honor, el sufrimiento y la virtud.
Cuando Kalanithi se dio cuenta de que no hay pruebas científicas para la realidad del sentido de la vida y la virtud, cosas que estaba seguro que existían, lo llevó a reflexionar sobre toda su visión de la vida. Si la premisa del secularismo llevaba a conclusiones que sabía que no eran verdad — es decir que el amor, el sentido de la vida y la moral son ilusiones — entonces era tiempo de cambiarla. Descubrió que ya no era irrazonable creer en Dios. Llegó no solo a creer en Dios, sino además a creer en «los valores centrales del cristianismo — el sacrificio, la redención, el perdón — porque los encontró convincentes». Paul Kalanithi descubrió también que, en la frase de Habermas, el punto de vista completamente secular tenía muchas cosas «que le faltaban», las cuales sabía que eran necesarias y reales.
Kalanithi aludió al perdón como una de las razones por las cuales había abandonado el secularismo. Él no lo elabora, pero otro relato puede aclararesto. La autora y profesora Rebecca Pippert tuvo la oportunidad de evaluar algunos cursos a nivel de posgrado en la Universidad de Harvard, uno de los cuales era «Sistemas de consejería». En una ocasión el profesor presentó un caso práctico en el cual se usaron métodos terapéuticos para ayudar al hombre a recuperarse de una profunda hostilidad e ira hacia su madre. Esto contribuyó para que el cliente se entendiera a sí mismo en nuevas formas. Entonces Pippert le preguntó al profesor cómo habría respondido si el hombre hubiera solicitado ayuda para perdonarla. El profesor respondió que el perdón era un concepto que asumía responsabilidad moral y muchas otras cosas a las que la psicología científica no podía responder. Y argumentaba: «No impongas tus valores [...] sobre el perdón en el paciente». Cuando algunos de los estudiantes respondieron con desaliento, el profesor trató de aliviar la tensión con un toque de humor. «Si ustedes chicos están buscando un cambio en el corazón, pienso que están buscando en el lugar equivocado». Sin embargo, como Pippert observa: «La verdad es que estamos buscando un cambio en el corazón». La razón secular, por sí sola, no puede darnos un fundamento para «el sacrificio, la redención y el perdón», como Paul Kalanithi concluía en sus meses finales de vida.
Un sentido de lo trascendente
Una segunda razón es porque, incluso en nuestra época secular, la religión sigue teniendo más sentido para la gente en el aspecto existencial que en el intelectual. El profesor de Harvard James Wood, en el artículo «Is That All There Is?» [¿Eso es todo lo que hay?] del New Yorker relataba sobre una amiga, una filósofa analítica y atea convencida, que algunas veces se despertaba en medio de la noche atormentada por una intensa angustia:
¿Cómo puede ser que este mundo es el resultado de una gran explosión accidental? ¿Cómo no podría haber un diseño, un propósito que no es metafísico? ¿Puede ser que cada vida — empezando con la mía, la de mi esposo, la de mi hijo, y luego extendiéndose hacia afuera — es irrelevante a nivel cósmico?
(Continues…)
Excerpted from "Una Fe Lógica"
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